Acuse de recibo
Alfonso Fernández Otero (Calzada de Buenos Aires, No. 56, edificio 2, apto 11, bajos, entre Consejero Arango y Leonor, Cerro, La Habana) manifiesta que desde hace algún tiempo viene leyendo en esta sección quejas relacionadas con el desbordamiento de aguas albañales sin que tengan respuesta ni solución, hasta que después de publicadas se resuelven algunas.
Y denuncia el derrame de aguas albañales que se produce alrededor del edificio en que reside y los
colindantes, cuyo origen proviene de las viviendas aledañas a sus patios, cuyos frentes dan a la calle Consejero Arango.
Se corre el riesgo, asevera, de que se contaminen las cisternas de los edificios 1 y 2, con las consiguientes consecuencias de vectores, olores insoportables dentro de las viviendas y enfermedades para núcleos vulnerables como el de él.
Precisa que el 21 de noviembre pasado se hizo el reporte 22322 al teléfono 76434949 de Aguas de La Habana. Recibió la queja Lucía, y dijo que en 72 horas visitaría un inspector. Nunca fue. Alfonso insistió y le dijeron que ya vendría.
El 26 de noviembre se hizo el reporte 22576 al mismo teléfono por otra vecina. Recibió Yanet. Ese mismo día se comunicó otra vecina con Margarita en el mismo teléfono, quien explica que no es un reporte nuevo, sino una queja ya hecha.
El 1ro. de diciembre un vecino llamó al 76434950, extensión 1359, y habló con Eluades, quien respondió que el inspector pasaría.
El 15 de diciembre el mismo vecino volvió a llamar al mismo número. Salió un inspector, y dijo que lo pondría en la computadora para pasar por el edificio.
Es necesario que los organismos responsables se ocupen de atender a la población realmente, para que no sea letra muerta o palabras archivadas, lo que se orienta, concluye Alfonso.
Orlando Olano Guevara, quien reside en calle René Ramos Latour, No. 58, en la ciudad de Las Tunas, es un fiel lector de esta columna por años, y a la vez un corresponsal de ella, con asiduos mensajes de todo lo que observa en su vida cotidiana: desde lo censurable hasta lo más hermoso. Y de esta última saga hoy trae una anécdota reciente.
Cuenta que el auto de turismo, con matrícula T 029 296, detuvo su marcha en el poblado de Yariguá, en el tramo de la Carretera Central entre Guáimaro y la ciudad de Las Tunas, ante varias personas que esperaban el milagro de cómo transportarse.
Y el conductor del auto, evidentemente un turista extranjero, invitó a las personas que aguardaban al menos a transportarlas. Y al preguntarle cuánto cobraba, el turista, con un gesto que derrochaba amabilidad, dijo: Nada, nada, no tienen que pagar. Solo ayudo.
«La nobleza, el desinterés y la solidaridad deberían ser fieles y permanentes acompañantes en nuestras vidas.
El rostro del amable compañero, sí, así, compañero, denotaba satisfacción.
«Quizá ese solidario compañero; sí, compañero, no sepa nunca que un simple ciudadano de este país se refiere a él con orgullo y agradecimiento, aunque no haya sido uno de los accidentales viajeros», expresa.
La generosidad, como bien sugiere Orlando, aunque nos distinga como pueblo, no es privativa ni mucho menos de los cubanos. Hay mucha gente solidaria en este mundo, como mismo hay egoístas y desentendidos del prójimo, también en Cuba.