Acuse de recibo
Muy alarmada por lo que presencia a diario escribe Caridad González Infanzón, desde 1ra. A, No. 4405, apto. 6, entre 44A y 46, en la zona comercial de La Copa, que se desborda de indisciplinas y fealdades en pleno Miramar, municipio capitalino de Playa.
Y recuerda con cierta nostalgia que «La Copa era un tranquilo barrio de Miramar, de personas decentes, trabajadoras y muchos jubilados, hasta que llegaron las colas para comprar alimentos y otros productos», fenómeno que se ha agudizado a raíz del desabastecimiento, los efectos de la pandemia y el reforzamiento del bloqueo estadounidense.
Manifiesta que cuando se erradicó la venta por municipio de residencia que se había aplicado llegó el caos: personas de otros municipios lejanos de la capital, muchos de ellos coleros revendedores, copan las colas y arrasan con todo. Los que menos compran son los de Playa.
«Lo más triste del caso, afirma, es en lo que se está convirtiendo el barrio: todo sucio, lleno de basura. Un gran cráter en la esquina de 44A con salidero de agua que corre por toda la calle, y Aguas de La Habana no da pie con bola con el arreglo. Además, han demorado en venir. Ya hace casi un año que está así.
«Por otra parte, se ha perdido la privacidad de los edificios y casas. Entre ese “personal” hay quienes se orinan y defecan en cualquier lugar que les parezca oportuno. Llenan los escalones de entrada a los edificios de cartones para dormir la madrugada. Acaban con los jardines. Y todo pasa sin que nadie lo controle.
«En fin, ese es el panorama: aceras y calles tomadas por esa población. La esquina con el enorme hueco botando agua. La bulla. A veces de madrugada conversando debajo de los edificios como si fuera un parque. Palabras obscenas…
«¿Hay que aceptar esto?, pregunta. ¿Hay que dejar que acaben con todo? Hago un alerta. ¿A quién le duele esta desidia en que se va convirtiendo el lugar donde vivo?
«Según comentarios escuchados, ellos vienen para acá porque dicen que en sus municipios no surten mercancías. Pues entonces las cadenas de tiendas o a quien le corresponda deben analizar esto, y que las personas compren en sus lugares respectivos. Pero no cuatro municipios en una tiendecita donde apenas cabe la gente. Alguna solución hay que dar para que esto no continúe», concluye Caridad.
La revelación de Caridad es un alerta a las autoridades gubernamentales y del orden público del municipio que merece una respuesta en palabras y hechos convincentes y definitivos.
Pedro Pablo Guillén Delgado (Calle 367 No. 17816, apto. 15, entre 178 y 184, Mulgoba, Boyeros, La Habana) revela que a la escuela primaria Titán de Bronce, en la comunidad El Cacahual, de ese municipio, al igual que a varias viviendas, no les llega el agua potable por problemas en la red de suministro. Y tampoco el centro escolar tiene un motor para impulsar el agua al tanque elevado.
Desde que comenzó el curso escolar el 15 de noviembre, puntualiza, solo les han llevado una pipa de agua para la cisterna; y en estos momentos ya se agota. La Directora de la escuela hace todo tipo de gestiones, y el asunto no se resuelve.
«¿Dónde está la sensibilidad ante una situación que afecta a nuestros niños?, afirma. Están sin agua para beber y para mantener la limpieza de los servicios sanitarios. Por lo que sé, hasta el Intendente de Boyeros está al tanto de esto, pero no se resuelve.
«¿Durante un año y medio sin clases por la pandemia, no se pudo garantizar una turbina y el servicio de agua para esta escuelita de solo 60 niños?», cuestiona.