Acuse de recibo
El pasado 17 de enero, desde la ciudad de Sancti Spíritus, Frank Ernesto Delgado Echemendía contaba que tiene un hijo de 30 años que, al nacer, presentó una hipoxia, que le provocó retardo mental y discapacidad para hablar y comunicarse. Y la esposa de Frank, madre al fin, tuvo que dejar su trabajo para atenderlo. Nunca pidieron ayuda, decía, pues siempre trabajó para sostener la familia. Pero hoy está muy preocupado, pues padece un síndrome nefrótico crónico.
«Mi temor ahora, dice, es que mi enfermedad al final termine en una insuficiencia renal. ¿Qué será de la vida de mi hijo? Mi esposa es diabética e hipertensa y padece de la enfermedad de la gota. Yo en estos momentos trabajo como agente de seguridad y protección en una agencia del Ministerio de la Construcción, pero según mi nefrólogo mi enfermedad avanza con el tiempo».
Ahora, con los cambios que se registran en el país, crece esa preocupación. Y su esposa fue a entrevistarse con los trabajadores sociales, a pedir ayuda. «La respuesta, decía, fue de ofensa y maltrato: que no tenía derecho a nada. Que mi hijo no tiene nada, y mi esposa no quería trabajar. Que se pusieran ambos a trabajar, que yo trabajaba y con mi salario alcanzaba».
Preguntaba Frank si con el salario que percibe, 2 660 pesos, puede mantener a su esposa, el muchacho y la otra hija, con los precios que se han elevado para todo.
«¿Que sensibilidad y valores humanos tienen (esos trabajadores sociales) para tratarnos así?, añadía. ¿Qué culpa tiene mi hijo? A mí me duele verlo metido las 24 horas en la casa, porque no le gusta el roce social. Se altera. Yo sufro en silencio. Que se ponga en mi lugar cualquier persona. Nosotros estamos luchando por una ayuda por discapacidad para que el día que yo o su mamá no estemos, tenga algo para poder mantenerse».
Comprende Frank que Cuba en este nuevo proceso esté ordenándose, y que debe resolver el problema de muchas personas que, estando aptas, quieren vivir sin trabajar. Pero ese no es el caso de su hijo y de su familia. Tenemos los papeles para demostrarlo. Se los presentamos a los trabajadores sociales y ni los miraron. Nos dolió la forma en que trataron a mi hijo, a quien solo hay que verlo y tratar de conversar con él para darse cuenta de todo», concluía el afligido padre.
Al respecto, responde Belkis Delgado Cáceres, directora de Prevención, Asistencia y Trabajo Social del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, que, en investigación realizada por especialistas de esa institución en el municipio se constató que el núcleo familiar se encuentra integrado por cuatro personas: Frank, de 50 años, que labora como custodio en una Agencia del Ministerio de la Construcción, con un salario de 2 660 pesos; la esposa, de 49 años y ama de casa, una hija estudiante de Medicina que recibe un estipendio de 200 pesos, y el hijo de 30 años, con retraso mental ligero que realiza trabajos informales de mensajería y venta de artículos.
Precisa que «la Dirección de Trabajo municipal evaluó los ingresos económicos del núcleo familiar así como sus gastos fundamentales, considerando que los ingresos no cubren el pago de la canasta de alimentación y los servicios básicos, por lo que fue aprobado en el mes de febrero una prestación monetaria temporal excepcional de 800 pesos, por el término de seis meses».
Agrega que la solicitud respecto a la ubicación laboral del hijo con discapacidad ha sido atendida y se evalúan las ofertas de empleo existentes en el territorio que se ajusten a las limitaciones del joven.
Agradezco la atención y solución buscada por la Dirección de Trabajo y Seguridad Social del municipio, pero lamento que en esta carta no se haya abordado la pésima actitud e insensibilidad de esos trabajadores sociales, ni las medidas adoptadas con ellos, en un momento en que toda Cuba es muy sensible al celo con que hay que tratar a las personas necesitadas.