Acuse de recibo
Con el título El pollo del arroz con pollo, el 15 de julio del pasado año reflejé la denuncia de Lázaro Manuel Leyva Lazo por lo sufrido el día 9 de ese mes, luego de haber permanecido en una larga cola para adquirir el pollo normado en el mercado Victoria de Girón, del reparto Pedro Díaz Coello de la ciudad de Holguín.
Cuando llegó su turno, precisaba, la dependienta le comunicó que ya ese pollo lo habían comprado y estaba marcado. Él verificó y estaba marcado. Con la duda, volvió a casa y constató que no lo habían adquirido. Retornó al mercado y se lo explicó a la dependienta, quien le reiteró que estaba indicado como comprado.
«Yo le comuniqué que si tenía que ver al administrador, o ir a la zona de comercio, porque ese pollo no me lo iba a comer nadie, decía. Al final miró con desconfianza al que estaba pesando el pollo, y con cara de desgano y duda me despacharon».
Añadía que al relatarles lo sucedido a unos vecinos, le contaron que a otra consumidora ese día le había ocurrido lo mismo con su pollo; y tuvo que ver al administrador para que se lo vendieran.
Y Lázaro preguntaba con mucha razón: «¿De quién es la responsabilidad? ¿Estará ocurriendo esto de manera
casual o será intencional con consumidores al azar? ¿Podemos asegurar que no han ocurrido hechos similares con otros consumidores aquí, o en cualquier lugar de nuestro bello país? ¿Será que ya ni con este pollo podemos estar seguros?».
Al respecto, el 29 de diciembre pasado (cinco meses y medio después) fue que llegó la respuesta de Omer González Velázquez, director comercial del Grupo Empresarial de Comercio de Holguín, en una carta fechada el 10 de septiembre de 2020.
Aunque excesivamente morosa, lo peor de la misiva no es el retraso doblemente excesivo, sino el pobre contenido de esta:
«Después de analizar la situación con la dependienta para esclarecer lo que había ocurrido, se visitó al consumidor en su casa para darle una explicación, y se le pagó el producto y quedó conforme con la situación dada».
Sinceramente, no comprendo cómo ante una situación tan preocupante, en la cual se reflejaban supuestas irregularidades dudosas, que merecían una investigación, alguien pueda creer que con entregarle lo que le correspondía al consumidor, ya quedaba esclarecido tan penoso suceso.
Ahí están todavía, sin profundas y esclarecedoras respuestas, las preguntas hechas entonces por Lázaro. Al final, «el pollo del arroz con pollo» debe ser siempre la transparencia y la credibilidad de una entidad, por dura que sea la autocrítica.
Olga María Guillama Carreras (Los Benavides, No. 21, interior, entre Compromiso y Herrera, Luyanó, Diez de Octubre, La Habana) cuenta que su hija, estudiante de la Escuela Nacional de Teatro, está confrontando problemas en los ómnibus urbanos de la capital, al igual que otros discípulos.
Refiere que la muchacha diariamente aborda cuatro ómnibus para su traslado entre su casa y su escuela, y los choferes les exigen los dos pesos del pasaje, cuando se ha precisado por el Ministerio de Transporte que los estudiantes deben pagar la mitad de la tarifa aprobada para la capital.
«Pido que analicen lo anteriormente expuesto y tengan en cuenta mi inquietud, pues el salario devengado se me reduce aún más», concluye Olga María.