Acuse de recibo
María Elena Rodríguez Pérez (calle 41, no. 11, entre 132 y 124, Los Sitios, Jobabo, Las Tunas) cuenta que el pasado 5 de septiembre fue con su tarjeta AIS de Fincimex, a extraer dinero al cajero más cercano a su localidad, en Colombia, a 18 kilómetros, pues en su municipio no cuentan con ese servicio y los bancos no trabajan el fin de semana.
Ya en Colombia, se percató de que el cajero era muy diferente a los que suele ir, en Las Tunas y Puerto Padre: viejo, y dispensa los billetes por una pequeña bandeja abajo, y ella los esperaba por otra parte.
En cuestión de segundos, el cajero recogió los 20 CUC que dispensaba. Ella pensó que había sido una mala operación y solicitó de nuevo 20 CUC. Estos, sí los pudo recoger. Pero al consultar el saldo de la tarjeta, constató que los primeros 20 también habían sido descontados.
Ella buscó números de Atención a la Población, contactó con algunos y le informaron que el lunes se dirigiera al Banco donde estaba el cajero de marras. Así lo hizo. Revisaron los videos de seguridad y, efectivamente, todo había sido como ella contaba.
María Elena preguntó si le podían dar su dinero y le dijeron que en 15 días Fincimex se lo retornaría a la tarjeta. Esperó, y al pasar los 15 días comenzó a llamar a Fincimex, «algo que es un poco complicado, añade, porque, según ellos mismos afirman, están cortos de personal, y les es muy difícil atender el teléfono».
Al fin un día cogieron la llamada, y para sorpresa suya, le comunicaron que ellos no tenían que devolverle ningún dinero, pero que tramitarían la queja. Ella les dio todos sus datos y esperó dos semanas más a que le llamaran, algo que nunca pasó.
Fue entonces el 12 de octubre a la ciudad de Las Tunas, a presentar la queja personalmente. Le tomaron los datos y presentaron la queja. «Aún estoy esperando que me llamen, ya hace más de dos meses que estoy esperando mi dinero», concluye.
Aunque no puso su dirección particular, Jorge López Nuñez escribe desde Holguín para contar una historia que no necesita verificaciones ni investigación alguna; porque promueve lo mejor del ser humano.
Refiere que el pasado domingo en la tarde tomó un mototaxi en el Parque de las Flores de esa ciudad con destino al reparto La Plaquita. Dos horas más tarde abordó una P1 de retorno, y a altas horas de la noche constató que había extraviado su billetera, con más de 200 CUP, muchísimo para él, tarjetas en ambas monedas y con saldo, carné de identidad, licencia de conducción y algunos números de teléfonos de familiares muy cercanos.
Al otro día, el director de la Agencia de Taxis 3, Joel Rodríguez Vázquez, llamó a uno de los números de teléfono hallados en la billetera. Quería contactar con el dueño de la misma para devolvérsela. Dejó su teléfono. Minutos después, a Jorge le volvió el alma al cuerpo. Llamó al director de la Agencia, quien se deshizo en preguntas cautelosas para comprobar si él era el afectado. «Ven, para que la recojas», dijo al final sucintamente.
Jorge llegó a la base, y no se podía saber quién estaba más efusivo, si él, por recuperar lo suyo, o el director, por devolverle la billetera, con absolutamente todo adentro. Jorge preguntó por quien la había recogido y entregado. Fue Orlanis Domínguez Santí, del mototaxi 567. Y lo más curioso: ese chofer el mismo día había encontrado una segunda billetera, a nombre de Dennis Díaz González.
Como si fuera poco. Allí tenían otra billetera extraviada, esperando por su dueño, gracias a que otro chofer de esa base, Wilmer Silva Manresa, del vehículo 571, la había entregado.
«De allí me fui, dice Jorge, agradecido y conmovido, con el actuar de esos trabajadores. Pero sobre todo por el ambiente que predomina en esa base, de altos valores humanos que no caen del cielo. Honores para ellos. Lo merecen».