Acuse de recibo
Reydel Robles Delgado (Ciclón 284, Santa Clara) confía en que cada mes se lea o registre el consumo eléctrico de su hogar. Pero cuando llegó el correspondiente recibo en enero, la sorpresa fue que registraba cero importe a pagar.
Alarmado, Reydel estuvo toda una semana en la oficina comercial de la Empresa Eléctrica en el barrio El Condado de esa ciudad, intentando solucionar el asunto entre 8 y 9 de la mañana, para no faltar a su trabajo. Pero le fue imposible, por la gran cantidad de clientes para ser atendidos, y «por la lentitud: solo un empleado en esos menesteres, a un ritmo de 2,5 clientes por hora».
Al final, tuvo que perder un día de trabajo: tres horas en cola y de pie, y 45 minutos después sentado en las oficinas, atendido por Atención a la Población y por la supervisora. Luego, a pagar, pero tuvo que esperar, porque la taquilla está cerrada de 12 a una de la tarde.
Lo que contradice la política de Comunicación del Estado cubano, es que el de Atención a la Población no le explicó las razones de lo que le ocurrió. Reydel le preguntó, y la respuesta fue que se está probando un nuevo método de lectura del consumo eléctrico, mediante una aplicación en los celulares de los que realizan ese trabajo; pero al descargar las lecturas en la computadora de la sucursal, algunas tuvieron esas irregularidades.
Lo increíble es que no hubo disculpa por el error de la empresa, ni muestra de voluntad de no repetirlo. Y lo peor, a su entender, es que «si el cliente no acude a la sucursal a solucionar el mal funcionamiento de la empresa, esta no se mueve a resolver su consciente ineficiencia; pero sí a pasarle cuentas acumuladas en el futuro».
Y él termina con cuatro lacónicas dudas: «Consumidor protegido? ¿Informatización de la sociedad? ¿Empresa eficiente? ¿Respeto a la jornada laboral?»
Amparado en las nuevas disposiciones que permiten al arrendatario de una vivienda legalizar su estatus como propietario, Manuel Oberto Díaz presentó a fines de junio de 2019 en la Dirección de Vivienda del distrito Cándido González, de Camagüey, la solicitud para adquirir la propiedad de su casa, sita en Calixto García 162, entre Palma y Verges, en esa ciudad.
«Según la norma, afirma, en un término no mayor de cien días debería tener la propiedad en mis manos. Mi expediente es el 01-1642/19». Ante tal lentitud, Manuel visitó varias veces a la abogada de la Vivienda en el distrito, quien le planteó que el expediente no había vuelto de Planificación Física, donde el inspector debía medir su casa en un plazo de 50 días.
Recientemente, Manuel visitó la Dirección de la Vivienda en el distrito, y allí le dijeron que tenía que ver a la abogada de la Dirección Municipal de la Vivienda. Así lo hizo, y esa abogada le comunicó que de Planificación Física solo han regresado los expedientes de mayo de 2019.
«En mi caso, dice él, a más de 200 días, no han visitado mi casa para medirla. Ya llevan ocho meses con un trámite concebido para poco más de tres meses. ¿Para qué se promulgó esa ley, si no es para cumplirla? ¿Cómo no se preparó Planificación Física para ello, si se sabía la cantidad de trámites a realizar, sobre todo por la cantidad de años que se estaba esperando esa ley?», concluye Manuel.
Glenda Suárez Machado es una joven discapacitada que estudió en la Escuela Especial Solidaridad con Panamá, fundada por Fidel. Tiene una gran necesidad, pues no puede trasladarse por sus propios pies a distancia, por lo que usa un vehículo eléctrico para moverse.
Pero hace más de un año que no operan sus baterías de 12 voltios y 50 amperes, de gel. Vive en 29-H, s/n, entre 106 y 108, en Marianao, en la capital, y se siente presa en su hogar, porque no puede salir.
Su familia se ha presentado en varios de los establecimientos o tiendas que se destinaron para la venta de equipos en moneda convertible, y no hay baterías de ese tipo. Solo desea saber cómo se le puede ayudar.
Una manera sería que la propia familia solicite la importación de esas baterías en las propias tiendas en MLC. La otra, que alguien se las vendiera, importadas de otro país, sin descartar que alguien, por pura solidaridad, se las haga llegar. Nada es imposible…