Acuse de recibo
Hoy me enorgullezco en transmitir una de las respuestas más solidarias y humanas que hayan transitado por esta columna: la de la doctora Miriam Nicado García, rectora de la Universidad de La Habana, al ruego del joven Harold Lázaro Quintana Figueroa, publicado aquí el pasado 6 de marzo.
Para comprender la grandeza de esa respuesta, es necesario recordar lo que entonces Harold Lázaro narró. Él padece el síndrome de la artogriposis congénita, una enfermedad que va resintiendo gradualmente las articulaciones y hasta la movilidad de la persona. Es huérfano de madre, y los tutores a su cargo son sus bisabuelos. Es una familia muy humilde, que reside en el reparto Mulgoba, de la capital.
Con grandes esfuerzos, Harold culminó el preuniversitario en 2017 y matriculó la carrera de Contabilidad y Finanzas en la Universidad de La Habana. En su facultad se diseñó para él un plan de estudios específico, con una asistencia de dos veces a la semana en el curso diurno. Pero pudo asistir en pocas ocasiones, haciendo ingentes esfuerzos de voluntad. Y su vida estuvo en peligro en tres ocasiones por la enfermedad que presenta. No pudo continuar su carrera, y Harold rogaba que tuvieran en cuenta su caso y el irrefrenable deseo de convertirse en un profesional útil al país.
Solo pedía que le prestaran una computadora con servicio de correo electrónico e internet en casa, para comunicarse con sus profesores, recibir las conferencias y examinarse por esa vía. Y recordaba que, por su discapacidad física, le correspondía un teléfono fijo en casa, el cual nunca le habían otorgado.
Aseguraba «con toda entereza y honestidad» que devolvería al final todos los medios que le prestaran para que otros como él pudieran utilizarlos también. Se comprometía a, una vez graduado, por descuento de su salario, pagar al Estado todo lo que hubiera invertido en su difícil aprendizaje. Y reafirmaba su sueño de graduarse como Licenciado en Contabilidad y Finanzas.
Pues la Rectora de la Universidad de La Habana respondió que al conocer por esta vía la historia de Harold se situó en función de encontrar la solución más apropiada para que el joven reingresara a la carrera y culminar a sus estudios exitosamente.
De conjunto con la facultad, se analizó el plan de estudios específico que se diseñó para él en 2017, y por qué no dio resultados. Y diseñaron un nuevo plan, que requirió tiempo y mayores requisitos, por el cual Harold se reincorporó a su carrera en este curso 2019-2020.
Se fijó un plan de estudios más flexible a su vulnerable condición física, que dispone el traslado del joven a la facultad una vez cada 15 días, con vehículo asignado a esta. Se dispuso que la propia Facultad se encargara de su atención durante todo el día de estancia en la institución (almuerzo, baño, traslados internos y retorno a su casa). Y una vez reincorporado, se decidió otorgarle una ayuda económica.
Se acordó prestarle una computadora y facilitarle los libros de texto y materiales de estudio en versión electrónica, además de las visitas sistemáticas de los profesores y alumnos ayudantes a su casa.
Se gestionó su práctica laboral con la dirección económica de Labiofam, entidad cercana a su hogar. Y la FEU y la UJC de su facultad se comprometieron con la atención a Harold.
«Se visitó su casa y se le explicó a él y a sus familiares el plan diseñado para su atención, y que haríamos todo lo que estaba a nuestro alcance para que se pudiera reincorporar a sus estudios y lograr su sueño de convertirse en un profesional útil al país. Ya en estos momentos, Harold se encuentra reincorporado y asistió a su primera actividad docente», afirmaba la Rectora en carta fechada el 3 de septiembre pasado, que, aunque pudiera parecer morosa, requirió tiempo y resultados para confirmar solución tan justa y entrañable.