Acuse de recibo
Hipertensa crónica al fin, Rosa Ariadna Cuza Milanés se debatía entre el sueño de tener su bebé y el riesgo de un embarazo muy riesgoso a consecuencia de aquel padecimiento. Pero confiada en la salud pública cubana y en sus propios cuidados, siguió el instinto materno.
La joven de 28 años, quien reside en Calle 10, entre 5ta. y Embil, reparto Construcción, en el municipio capitalino de Boyeros, ya embarazada fue víctima de una preclampsia sobreañadida. La internaron en el Hospital Enrique Cabrera (Nacional), y de allí la trasladaron a Maternidad Obrera, donde el 28 de julio pasado, con solo 21 semanas de gestación, la intervinieron quirúrgicamente, para salvar su vida y la del bebé.
La felicidad casi siempre pide sacrificios. Luego de un intenso dolor, el pequeño vio la luz con solo tres libras de peso, y tremendas ansias de vivir. Y Rosa Ariadna lloraba y reía al mismo tiempo, un poco más estable. Triunfadora.
Días después, aparecieron las complicaciones comunes en los niños prematuros de muy bajo peso: una distensión abdominal, que resultó una enteritis, agravaba la salud del niño. Médicos y enfermeros a sus pies. Diez días de desvelo constante hasta que fue mejorando poco a poco. Días como meses ante cada detalle del bebé.
La víspera de la anunciada alta del niño, ya con 2 500 gramos de peso, otra complicación: se le atascó una hernia inguinal en el intestino y fue trasladado de inmediato al Hospital Pediátrico William Soler, donde fue atendido en Neonatología por los especialistas y cirujanos. Le detectaron, de nuevo, una enteritis, la cual se combatió. Después fue sometido a una operación muy trabajosa, en un bebé tan pequeño, de dos hernias inguinales. Y resulto satisfactoria.
«La confianza depositada en médicos, enfermeros y personal de esta institución me hace sentir más segura y me ayuda a estar más preparada para asumir el rol de madre de un bebé prematuro.
«En las tres instituciones, con todos los servicios especializados y hospitalarios, si no fuera por mi querida Revolución, no los podría pagar, ya que todos los medicamentos y asistencias a la que fue sometido son extremadamente muy costosos.
«Es solo posible en mi Cuba hermosa, así como pude sentir lo más preciado que no se paga con todo el oro del mundo, que es el calor humano de todo el personal que día a día siguió mi embarazo y el desarrollo de la salud de mi bebé.
«Quiero agradecer a todo el personal de las tres instituciones, a los médicos, enfermeros, trabajadores, personal del consultorio, a los compañeros de la Unión de Jóvenes Comunistas, a los del Ministerio del Interior, de la Brigada José Martí, a los compañeros de la Isla de la Juventud, a familiares y amigos, quienes a diario nos daban apoyo y compartían nuestro sufrimiento y dolor, con la confianza en nuestros corazones y la seguridad de que todo saldría bien», concluye Rosa Ariadna.
Jorge Pujada Meléndez se duele del abandono en que está el parque histórico de Mangos de Roque, en Mantua, donde el 22 de enero de 1896 acamparon el General Antonio Maceo Grajales y sus tropas mambisas, cuando concluyeron la gloriosa Invasión de Oriente a Occidente en enero de 1896.
Pujada, vecino de Calle Secundino Serrano no. 289-G, en Mantua, afirma que en el sitial histórico «la hierba crece sin medida, pastan animales, se transita en todo tipo de carro de motor y tracción animal por dentro del parque, violando lo establecido por las regulaciones emitidas por Patrimonio para estos sitios sagrados».
Añade el mantuano que, aunque el problema es conocido por las autoridades de un municipio que hace 40 años fue declarado Monumento Nacional, nada se hace para resolverlo.
En Mangos de Roque se levantó un primer obelisco a la memoria de Maceo y sus legendarios invasores en 1952, y en 1996 se erigió un nuevo monumento: una sugerente escultura, obra del artista plástico Leo D’Lázaro.
«¿Por qué olvidar esa historia?; el casco histórico de Mantua y “Mangos de Roque” piden a gritos que alguien se ocupe de ellos», expresa Pujada.