Acuse de recibo
Aunque su pulso ya no es firme, por la edad, Dalia Francisca López Junco (Calle 10, No. 174-Fondo, e/1ra. y 3ra., Rpto. Vista Hermosa, Camagüey) llenó con detalles y referencias cuatro cuartillas manuscritas para contar del problema que la agobia.
Resulta que su vecino, de la casa No.176, cría puercos en su casa y «reparte» generosamente a los aledaños el olor a excremento, corral y comida podrida. Un aroma durísimo de resistir, y que obliga a vivir con las ventanas de las casas cerradas, expresa la camagüeyana.
En su misiva, relaciona minuciosamente todas las gestiones que ha hecho, por más de un año, con distintas instancias implicadas en el control de estos asuntos; las cuales, a la larga, han sido infructuosas. Algunas de estas comunicaciones, que la anciana debe emprender desde teléfonos públicos, pues no tiene conexión en su casa, son las siguientes:
*13/4/2017— Llamada a Ivis García Martí (Atención a la población Salud Pública Provincial). Llamada a la lic. Dayana y a la dra. Sonia, de Higiene y Epidemiología a nivel municipal y provincial respectivamente.
*10/5/2017— Vino el subdirector de Higiene del (Policlínico) Ignacio Agramonte, y según le expresó a la demandante y le dejó constancia escrita, había dado 72 horas al infractor para sacar los puercos. Nada.
*22/5/2017— Habló Dalia con el Subdirector de Higiene de su Policlínico correspondiente, «me dijo que él daba eso por resuelto y que lo resolvería ese mismo día», apunta la remitente. Después el compañero salió de misión a Brasil.
*6/6/2017— Otro contacto con el Policlínico I. Agramonte. Acudió al lugar la policía y el jefe de los inspectores de vectores, regresaron a la casa de la denunciante y le dijeron que al día siguiente vendría una comisión con la nueva subdirectora de Higiene al frente para tomar una decisión. Nunca vino.
Y así, la lista de gestiones de esta batalladora mujer se extiende, como la fetidez de los animales y el irrespeto de su dueño, quien, por cierto, es también el Presidente del CDR. ¿Por qué tanta impunidad?
SI uno fuese a jugar con el nombre del poblado y las condiciones de vida actuales, a Mataguá habría que rebautizarla: tal vez Matased o Mataseca; porque no es precisamente de agua de lo que «mata» esta localidad, sino de la ausencia del líquido imprescindible.
Así lo cuenta Yatsel Rivero Rodríguez (Calle Villa Clara No.17, Mataguá, Manicaragua), quien refiere que el asentamiento, donde viven más de 8 000 personas, «tiene una red hidráulica tan precaria y mal distribuida que da pena». «El pueblo está dividido en siete u ocho ciclos, que cada uno dura aproximadamente de tres a cinco días. Imagínese que sin haber roturas el agua debe llegar cada 21 o 30 días; y repito, sin haber roturas, que siempre las hay».
«Estos ciclos —detalla el remitente— se abren y cierran por un trabajador de acueducto mediante unas llaves que al parecer ni abren ni cierran correctamente, porque en muchas ocasiones han estado abiertas para varios ciclos a la vez y esto provoca que no tenga presión y no llegue a muchos lugares. Para que el agua llegue a Mataguá tiene que pasar por unos cuantos rebombeos, que cuando no es uno es el otro, pero el caso es que siempre hay alguna turbina rota, quemada o desinstalada, o algún tubo roto».
Este problema, rememora el villaclareño, está afectando al poblado hace décadas, incluso antes de que comenzara el Período Especial. Se ha planteado muchas veces en disímiles espacios, y ya en la última asamblea de rendición de cuentas hasta se comentó por alguien que no lo reclamaran más, que era una pérdida de tiempo.
En el caso específico del hogar de Yatsel, que se halla en el centro del poblado, en lo que va de 2018 «ha llegado el agua solo en tres ocasiones, por un periodo de tres a cuatro días, (casi) sin ninguna presión».
La opción que les queda a los lugareños es comprar las pipas a cien o 120 pesos, según el tamaño de estas; porque las planificadas estatalmente no las ven con frecuencia.
¿Hasta cuándo la angustia del agua en Mataguá?