Acuse de recibo
Martha Leyva denunció aquí el pasado 29 de noviembre el desparpajo y el escándalo que desde temprano cunden en las afueras de una tienda de Cimex que vende a trabajadores de diversas entidades de varias provincias orientales, en la cuadra donde ella reside, en Bartolomé Masó, entre Cuartel y Ahogados, en la ciudad de Guantánamo.
Refería que los vecinos sufren las molestias desde que hace más de un año funciona allí esa tienda de estímulo. A diario llegan allí, desde la madrugada, ómnibus y camiones con un gran número de personas, a hacer su larga espera para la compra. Y forman escándalo, ponen música a todo volumen.
Los portales de las viviendas devienen áreas de consumo de alcohol, alimentos y hasta de descanso para los pernoctadores, quienes profieren malas palabras, y hasta reaccionan con irrespeto cuando los vecinos los requieren, afirmaba Martha, y precisaba:
«Es vergonzoso ver cómo los hombres orinan en portales, esquinas y puertas de garajes. Es deprimente ver a esa gran cantidad de ciudadanos durmiendo en los portales a la espera del último comprador que marque en la cola, para poder volver a sus casas».
Manifestaba la guantanamera que había realizado su queja a los gobiernos municipal y provincial, y por último al Partido del territorio. Y todo seguía igual. Nadie daba respuesta.
Al respecto, responde Ladimir Velázquez González, gerente general de la sucursal Guantánamo de Cimex, que hubo un encuentro con Martha, en el cual participó la dirección del CDR donde está enclavada la tienda. Y se corroboró lo expuesto en la queja.
Precisa que en el contrato que sostiene esa sucursal de Cimex con las entidades que hacen sus compras allí, se expone que los representantes de las empresas son los máximos responsables de la organización y disciplina de sus trabajadores dentro y fuera de la unidad.
Aclara que actualmente Cimex Guantánamo no cuenta con ningún establecimiento con mejores condiciones que ese para tal actividad. No obstante, se colegiará con el Gobierno provincial la búsqueda de posibles locales como alternativa.
Aun así, añade, se hizo un análisis profundo con los representantes de las entidades asiduas a la tienda, sobre el control de la conducta de su personal, tanto en áreas exteriores como interiores de esta.
Se acordó que la administración de la unidad, antes de comenzar la venta diaria, deberá precisarle al representante de la empresa correspondiente la necesidad de que los trabajadores mantengan el orden y la disciplina. En caso de cualquier violación de las disposiciones mencionadas, le será comunicado a la dirección de la empresa correspondiente.
Agradezco la respuesta, y al final concluyo que la historia es solo una manifestación más de lo mal que andamos en urbanidad, civismo y respeto. Por más instrucción que haya, no se logra la educación conductual de muchos ciudadanos desmedidos, que no cejan en sus desafueros ni encuentran frenos ni contenes rigurosos para sus desmanes.
Precisamente, en la reciente compra que hicimos los trabajadores de Juventud Rebelde en una tienda similar para centros laborales en la zona capitalina de Berroa, en La Habana, la representante de una entidad habanera que también tenía turno allí, se deshacía en regaños a su colectivo por el desparpajo y el escándalo que tenían, como a niños de prescolar. ¿Cómo vamos a educar a los pequeños si los adultos andan así por la vida?
De todas maneras, aunque las entidades deban responder por la conducta de sus trabajadores allí, las autoridades de Guantánamo, incluidas las del orden público, como las del resto del país, deben hacerse sentir con fuerza ante el irrespetuoso quebrantamiento de la paz y el respeto de los vecinos, dondequiera que sea. O prevalece la disciplina y el respeto, o priman definitivamente los desconsiderados e incivilizados.