Acuse de recibo
Decepción en el Himalaya tuvo Elizabeth del Carmen Díaz Donikian el pasado 4 de abril, cuando llevó a su nieta a esa heladería recién remodelada en el municipio habanero de Playa.
Muy observadora de la cultura del detalle, la señora señalaba aquí el 16 de ese mes que, con los cambios de la remodelación, los empleados tenían que caminar más. Y para hacer el despacho de las mesas, estos entraban por la misma puerta que los clientes que iban para la cancha.
Precisó entonces que, con unas 20 personas delante de ella y su nieta, tuvieron que esperar una hora para entrar. Contó cuatro dependientes para diez mesas. A 2,5 mesas por dependiente. Y demoraron 15 minutos para tomarle el pedido.
Faltaban mesas auxiliares para poner las bandejas con la vajilla, que ocupa espacio (cuatro platos de ensaladas en cada bandeja). Los dulces no tenían gran calidad, parecían hechos con azúcar prieta. Los precios aceptables, pero el helado medio derretido.
«La decepción que me llevé fue única, pero volveré en otro momento, para ver si puedo retractarme de estos comentarios», manifestaba Elizabeth.
Al respecto, responde Teresa Mora Marichal, directora de Organización y Sistema de la Unión de Empresas de Comercio y Gastronomía, que, de acuerdo con lo informado por Lemay García Silva, director de la Empresa Provincial de Gastronomía de La Habana, se comprobó la veracidad de los siguientes aspectos:
Morosidad en el servicio, por el recorrido que tenían que hacer los dependientes para servir los pedidos, al existir una sola entrada al área del despacho. No contaban con mesas auxiliares. El helado recibido no garantizaba la oferta durante todo el horario de la unidad, y llegaba con tardanza. Los dulces no tenían gran calidad.
Para solucionar los problemas, precisa, se eliminó la pared trasera que limitaba el acceso y la comunicación entre las áreas, de manera que faciliten la entrada y salida de los dependientes. Y se reordenó el funcionamiento interno de la unidad, vinculando cada dependiente a las áreas seleccionadas por sección, mesas y cancha, y agilizando el pedido y el servicio.
Se incorporaron tres mesas auxiliares para la manipulación de los insumos, más cuatro «tijeras» donde se colocan las bandejas de servir y retirar los insumos ya utilizados. Para los helados se adquirieron fuentes, mucho más manipulables para los dependientes y que ocupan menos espacio en las bandejas.
Se analizó con el proveedor la tardanza y calidad del helado, como exigen las relaciones contractuales. Se determinó por el proveedor cambiar el recorrido de la ruta del camión que transporta el producto, de manera que la unidad cumpla su horario de servicio a los clientes, y el producto tenga calidad, durabilidad y consistencia.
Se precisó que en el momento de recibir la mercancía, es obligatorio evaluar su calidad. Y de no cumplir con los parámetros, proponer su reposición. O en última instancia establecer reclamación, primero «amigable», y después ante la Sala de lo Económico del tribunal por daños y perjuicios causados.
En cuanto a la calidad de los dulces, se presentaron en Las Margaritas, el centro de elaboración, para intercambiar y exigir sobre los parámetros de estos y de la materia prima utilizada para confeccionarlos.
Informa también que al administrador del Himalaya se le realizó un análisis disciplinario y se le aplicó una amonestación ante el colectivo laboral, por falta de control oportuno y de exigencia en el cumplimiento de las normas de servicio.
Se procedió a darle respuesta a la consumidora que denunció los hechos, quien se negó a firmar el acta de conformidad, al alegar que lo cumpliría cuando visitara nuevamente el establecimiento y comprobara las mejoras alcanzadas por sí misma.
Agradezco la respuesta y las medidas adoptadas, al tiempo que comparto la cautela de Elizabeth: el visto bueno solo se logra con el tiempo y la consolidación de lo que faltó en premuras inaugurales. Eso que el genial Zumbado llamó fijador, tan ausente en tantos sitios.