Acuse de recibo
Como ya había tropezado con la piedra de no presentar su queja en el tiempo establecido, la capitalina Ángela E. Cárdenas López (Parque No. 614-A, entre Salvador y Esperanza, Canal, Cerro) se movió «eléctricamente», para informar sobre su daño eléctrico.
Era el 18 de mayo pasado. Quitaron la corriente en su localidad después de las 8:00 a.m., pues se encontraba un equipo de la Empresa Eléctrica sustituyendo cables en su cuadra y en las aledañas, evoca la remitente.
«El servicio fue restablecido alrededor de las 7:10 p.m. Esperamos diez minutos para conectar el refrigerador; no arrancó, esperamos un rato y (…) llamé a las 8:07 p.m. al 18888. Me respondió la operadora No. 4; me orientó ver si los compañeros estaban aún en la zona. (…) Desgraciadamente no estaban… Volví a llamar al 18888 y solicité a la operadora No. 4, que me atendió amablemente y me orientó a dónde debía llamar desde mi municipio», rememora Ángela.
El 19 de mayo, a las 9:15 a.m., logró la afectada, según precisa, comunicarse con el teléfono correspondiente. La atendió un funcionario que le indicó se presentara en las oficinas de la OBE en Zapata y 4, Plaza de la Revolución, antes de las 72 horas del suceso. Allí estuvo la mujer ese mismo día; el propio empleado le recogió todos los datos, incluido teléfono, y le aseguró la llamarían o se crearía una comisión para valorar el hecho y sus consecuencias.
«Me quedo esperando la visita de algún técnico o inspector; el día que trabajo dejo a mis vecinos atentos para que me avisen (…). Al pasar los días, semanas, casi un mes, sin recibir alguna respuesta, llamo el 16 de junio (…), 9:20 a.m.; me atiende una compañera, quien con los datos que le doy tiene un escrito al lado que dice: “No procede”, sencilla y llanamente. Nadie me llamó, nadie me dio respuesta», narra la habanera.
Lógicamente alarmada, pidió Ángela hablar con el mismo funcionario que había tomado su declaración de daños. Le contestaron que estaba atendiendo a unos clientes y que cuando terminara la llamaría. Nunca lo hizo. Y cuando por fin la afectada logró comunicarse con el empleado de marras y transmitirle su molestia ante el actuar de la institución, este contestó que «no procedía, pues si no a otros vecinos se les hubieran roto sus equipos».
Y la mujer, que afirma tener muchos testigos de lo ocurrido, se sigue preguntando por qué no se hizo una investigación rigurosa; por qué la empresa ni siquiera se tomó la molestia de informarle sobre la decisión adoptada.
A lo que este redactor solo añade que, si en verdad se obró de tal forma con el caso de Ángela, algo falló rotundamente en el mecanismo de atención a la población de la Empresa Eléctrica capitalina. Esperemos las razones de la institución.
También sobre la electricidad va el segundo caso de hoy. Lo remite la matancera María de J. Machín Reyes (calle Jovellanos s/n, entre Pío Álvarez y Quintín Bandera, Máximo Gómez, Perico), quien se pregunta si todas las roturas de electricidad caen casualmente en su zona.
Explica la remitente que ya los vecinos de la localidad se han quejado en reiteradas ocasiones y ante diversas instancias sobre los repetidos cortes del fluido en el área. «Cuando llueve, aunque sean tres gotas y caigan dos truenos, ni preocuparnos, ya estamos sin corriente. El domingo, sin corriente por averías desde las 6:00 de la tarde hasta las 3:00 de la mañana (…); la madrugada del martes 5 de julio, 2:30 de la mañana, sin corriente de nuevo hasta las 9:00 de la mañana…».
Y con gran inquietud se pregunta la lectora por qué la reiteración de ese problema en la localidad y como única explicación las averías.
Y este redactor añade un par de interrogantes: aunque estuviesen plenamente justificadas las suspensiones de la electricidad, ¿por qué no se ha explicado más a los vecinos y autoridades locales? ¿Acaso una respuesta completa y transparente gasta tantos kilowatts?