Acuse de recibo
El Estado cubano ha financiado una costosísima reparación del Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso durante tres años y lo ha dejado como una joya, para disfrute de nuestro pueblo. Sin embargo, no más reabrió sus puertas el coliseo, y ya la tradicional claque de revendedores se ha reagrupado y ejerce su hegemonía en la cola de las entradas para las funciones del Ballet Nacional de Cuba.
La denuncia la hace Ileana M. Rodríguez, vecina de San José No. 872, apto.15, Centro Habana. En llamada telefónica al teatro, ella conoció que el 5 de enero, a partir de las nueve de la mañana, se venderían las entradas para las funciones de ballet de los días 8, 9 y 10 de este mes.
La remitente llegó al Gran Teatro a las 9:15 a.m., y ya había una larga cola. La taquilla no abrió hasta las 10:00 a.m., y solo había disponible una de las dos habituales, porque estaba caído el sistema. Nunca supieron si se activó o comenzaron a venderlas manualmente.
«En las cinco horas que pasé en la susodicha cola, refiere Ileana, se manejaron las siguientes informaciones:
«Los revendedores durmieron en la entrada del teatro, y a las 6:00 a.m. “se repartieron” 200 turnos. Quién los repartió no se sabe. Las entradas que compraban los revendedores en la taquilla, al momento las proponían en las dos esquinas del teatro y en el Parque Central.
«Las revendían a diez CUC, cuando el precio oficial de una platea es 30 CUP. Pero si intentas comprárselas justo antes de la función, son 15 CUC.
«En la taquilla se vendían solo dos entradas por persona. Es decir, yo, que pretendía ir con mi hijo, su novia y dos nietos, tendría que hacer la cola tres veces. Así me lo hizo saber un custodio al cual pregunté. Sin embargo, la cola no avanzaba, porque los revendedores habían marcado varias veces cada uno en esos 200 turnos.
«La lentitud de la venta comenzó a caldear los ánimos de las personas. Y se terminaron los asientos de platea de los tres días.
«Las personas que estaban en la puerta, supuestamente controlando las ventas (...), aparentemente no reparaban en que los que entraban a comprar eran los mismos, una y otra vez. La taquillera tampoco, ni una compañera que salió varias veces, y decían que es la administradora.
«Hubo un momento en que alguien del teatro salió (alguien que no pude ver, por el cúmulo de personas) y dijo que la cola no era responsabilidad del teatro, que lo de ellos era solo la venta.
«La cola se hizo al sol y no permitían siquiera sentarse en los escalones del portal. Incluso, varias veces levantaron en bastante mala forma a varias ancianas, lo cual aumentó el malestar general.
«Después de cinco horas muy incómodas para todos los que estábamos allí (eran ya las dos de la tarde pasadas), y ante la amenaza de que estaban por terminarse las entradas, decidí irme y renunciar a la ilusión de que mis nietos de ocho y 13 años amplíen su horizonte cultural, accediendo a un clásico del ballet interpretado por una de las mejores compañías del mundo». Concluye diciendo que le duele incalculablemente que ello ocurra por «males sociales y mala administración».
Ramón García Caballero (calle 34, No. 106, Varadero, Matanzas) tiene las preocupaciones de cualquier consumidor ante la variabilidad de los precios de un mismo artículo en tiendas recaudadoras de divisas de la misma cadena (Panamericanas).
Cuenta el remitente que el pasado 28 de diciembre, una vecina suya compró una antena marca Runch código DTVANT463AW en la tienda El Licey, de la ciudad de Cárdenas, al precio de 10,40 CUC. Y ese mismo día, él se dirigió a la tienda del Photo Service de Avenida 1ra. y calle 29, en Varadero, para adquirir dos de esas mismas antenas. Y para su sorpresa valían 11,60 CUC cada una.
Le preguntó a la empleada, quien amablemente le respondió que ese era el precio oficial que les habían establecido a ellos.
«¿Cómo dos tiendas de una misma cadena tienen precios distintos para un mismo producto? ¿Es un simple error de los encargados de poner esos precios, que afecta al bolsillo del cubano, o estaremos ante un hecho de corrupción?», pregunta.
Ramón manifiesta que no tiene interés alguno que lo visite ahora una comisión, sino que lo importante es que se aclare el problema, y si existe alguna anormalidad, que se actúe ejemplarmente contra quienes están engañando a los consumidores.