Acuse de recibo
«Me niego a pensar que el maltrato por parte de los que deben prestar un servicio se convierta en algo cotidiano en nuestra sociedad», se duele en su misiva la matancera Idalmis González Borges (calle 234 No. 14002A altos e/ 149 y 153, Playa). Pero el suceso que narra, entre tantos otros, hacen a veces dudar al más optimista.
Cuenta Idalmis que trabaja en el Hotel Royalton Hicacos, de Varadero, desde su apertura, y en el sistema del turismo hace 18 años. A pesar de lo imperfecto de la transportación y las incontables situaciones incómodas por las cuales ha pasado al respecto, nunca había sentido la imperiosa necesidad de quejarse públicamente. Pero la vivencia del pasado 9 de octubre la impulsó sin dudas a hacerlo.
Esa mañana, «el ómnibus asignado a la parada de Los Pinitos, en Playa, Matanzas, no pudo continuar viaje (¿por rotura?), por lo que nos dejó en Peñas Altas y el chofer, Fredy, aseguró informaría a la Base. Al rato de esperar, otro ómnibus paró, bien alejado del único grupo de trabajadores que quedábamos allí por recoger, induciendo a la corredera, el molote característico y los empujones que hay que soportar cada día para acceder a cualquier ómnibus, con esperanza de alcanzar asientos; mucho más marcado esta mañana dado lo adverso de las circunstancias».
«El chofer, cuyo nombre desconozco, bloqueó la puerta de acceso y de modo nada solidario requirió mostrar las tarjetas», comenta Idalmis, quien aunque finalmente logró pasar, se queja de la manera irrespetuosa en que fue tratada.
Un poco después, notó la trabajadora que su hermano, Miguel González Borges, informático del Hotel Brisas del Caribe, también discutía en la escalerilla del ómnibus, y que el conductor no le permitía el acceso, como a otros de los allí amontonados, trabajadores que, por un motivo u otro, no poseían o no encontraban su documento identificativo.
Idalmis quiso interesarse por su hermano, pidió al chofer una oportunidad y descendió un momento, «pero él arrancó el ómnibus conmigo abajo y emprendió marcha muy suave. Le dije que mi bolso estaba arriba y me gritó tres veces de forma totalmente descompuesta y desafiante que si “yo quería buscar problemas con él”, a lo cual no respondí. Subí y entonces cerró la puerta y (con ella) golpeó mi espalda. Suerte que me corrí a tiempo, de lo contrario pude haberme caído y quizá no estaría ahora escribiendo esta queja»,
«Delante de todos y en alta voz, (…) le dije que “tenía todo el personal de testigo (...)”, a lo cual respondió con improperios que no entendí, entonces puso la música a todo volumen. Con el fin de que se pueda identificar al chofer, informo que en la parte trasera del ómnibus estaba escrito el número 04-064 y su matrícula la B168 441», evoca.
¿Será este el servicio que se contrata con la empresa Transmetro y que se espera reciban los trabajadores y por el cual abonan un pago? ¿Saben los directivos de Transmetro lo que sucede en la interrelación choferes-trabajadores?, se pregunta la lectora.
Y este redactor solo añade que más allá de las complejas situaciones por las que ha de pasar un chofer día a día para organizar el servicio en condiciones de carencia, nada justifica el agravio. Menos a una mujer.