Acuse de recibo
El pasado 17 de junio reseñé la carta enviada desde Nepal por el doctor Norbery Jorge Rodríguez, integrante de la brigada médica cubana que atendía a víctimas del terremoto en ese lejano país.
Refería él que, según contaba su esposa, hacía casi un mes en la cuadra donde residen, en Economía 64 B, entre Corrales y Apodaca, La Habana Vieja, había grave contaminación de agua potable. Rompieron la calle y les informaron pronta solución, pero el peligroso foco permanecía. Los vecinos estaban desesperados, porque las autoridades sanitarias aconsejaron que ni para limpiar el piso se utilizaran las contaminadas aguas.
El 21 de julio pasado recibí la respuesta de Ana Remis Castro, jefa del Departamento de Atención al Cliente de Aguas de La Habana, quien señala que tal incidencia les había sido reportada el 4 de junio. Y el 16 de ese mes ya se le daba atención al caso. El 23 de junio hicieron el sellaje de los cortes, y el 25 concluyó la obra civil.
Miguel Comellas escribe alarmado, como presidente del Consejo de Vecinos del edificio sito en Calzada 256, entre J e I, en el municipio capitalino de Plaza. Y lo hace para alertar que el patio del inmueble está tupido de aguas sucias y pestilentes desde hace una semana, porque la línea de salida de aguas albañales y pluviales se quebró.
Esas aguas sucias corren hacia el apartamento 12 en los bajos, donde vive Miguel. Y la situación se agudiza por día, pues en el referido patio, que colinda con el círculo infantil Los Minrexitos, están las tuberías que traen el agua desde la conductora a la cisterna del edificio, las cuales ya están cubiertas por las aguas negras.
Los vecinos y el delegado del Poder Popular han denunciado el grave problema ante el gobierno municipal de Plaza, Vivienda y en las oficinas de G y 11, en ese municipio, encargadas de atender el asunto. Lo cierto es que corren peligro, de no atenderse a tiempo su queja.
Desde Santiago de Cuba, en Carretera de El Caney kilómetro 5, edificio 2, apartamento 3, Maira Victoria denuncia que el pasado 14 de julio compró una bala de gas liberada, a 110 pesos, en el punto de gas de El Caney. Y el 20 de julio ya no proporcionaba combustible.
Fue al punto de venta de gas, revisaron la bala y le informaron que debía reportarla al Servicio Mecánico, teléfono 622323. Al siguiente día lo hizo. Le dieron el número 232. Y le informaron que a partir del 22 tenían un plazo de 72 horas para cambiarle la bala.
El 30 de julio, cuando Maira escribió, llevaba nueve días sin salir de su casa, esperando. Había llamado varias veces y le decían que tenía que esperar, porque no tienen carro. «¿Hasta cuando la falta de respeto con un producto caro, tan necesario y sin calidad ni garantía?», cuestiona ella.
Rosa González (Daoiz 30032, esquina a Compostela, Matanzas) cuenta que en abril pasado compró una lata grande de puré de tomate al precio de 85 pesos, en la Feria dominical al lado del Estadio Victoria de Girón, de esa ciudad.
Demoró varias semanas en abrir la lata. Y cuando lo hizo comprobó que el puré estaba mezclado con algo que no pudo definir. Quiso vindicar sus derechos de consumidora y pasó un correo a la dirección electrónica que indica la etiqueta: consumidor@conservs.co.cu, informando lo sucedido. Pero no obtuvo respuesta, y le fue devuelto el correo.
Entonces llamó al teléfono 8320896, y habló con una persona que se identificó como Norkis, a la cual le dio todos los pormenores, más sus datos personales y dirección. Ella quedó en darle respuesta, la cual no había llegado cuando Rosa me escribió. La etiqueta de la lata dice: Producido por la Empresa de Conservas de Vegetales Santiago, Carretera Country Club, kilómetro dos y medio, Caney, Santiago de Cuba. Fábrica Caney. Comercializado por Confruve, calle 330, número 2501, La Lisa, Ciudad de La Habana, Cuba.
Pero Rosa guarda en su congelador «la prueba del delito». «Es un fraude —sentencia— y merezco una explicación. Y esa explicación no es que me den otra lata en buenas condiciones, sino que expliquen estas anomalías, y las eviten definitivamente».