Acuse de recibo
El agua podría ser —ya lo predicen los especialistas— motivo de conflictos globales en el futuro. En muchos sitios de la Cuba de hoy constituye una preocupación cotidiana. De ahí que un anuncio como el que llegó a oídos de la santiaguera Anayansy Romero Bermúdez y su esposo los movilizara enseguida. Estaban vendiendo turbinas de agua a 66,45 CUC, lo cual, si bien constituye un precio alto, es mucho menos que lo que cuesta un aparato de este tipo en manos de particulares.
Esta cubana —residente en Tejadas No. 8, entre Trocha y General Lahera o en Trinidad 272 bajos, entre Corona y Rastro (dirección de tránsito)— y su compañero se dirigieron entonces al servicentro de Calle A y carretera del Morro. Minutos antes les habían asegurado telefónicamente desde allí que había de estos dispositivos en venta. Era 28 de agosto de 2013, pasadas las 11:00 a.m.
Al llegar a la entidad, moto de alquiler mediante, Anayansy se topó no solo con la ausencia de turbinas, sino también con un trato que mucho dejó que desear. Su ánimo se caldeó por completo cuando, a la salida de la instalación, un vendedor particular se le acercó y le propuso una turbina de características similares a las que había estado vendiendo la tienda, pero al precio de 150 CUC.
Tras el incidente, relatado aquí el 2 de noviembre pasado, la atribulada mujer exigía una explicación.
A propósito escribe Juan Carlos Rosell Zarrabeitía, gerente general de la Sucursal Cimex en Santiago de Cuba. Tras la publicación del caso —refiere el funcionario— se acometió una exhaustiva investigación, que comenzó precisamente por visitar y escuchar a la clienta.
Efectivamente, comenta el directivo, el 28 de agosto se vendieron las tres últimas turbinas que quedaban en la instalación de marras. Eran las finales de 36 que se comercializaron en la entidad.
«En la revisión de la cinta auditora de la Caja Registradora del servicentro, según acredita un comprobante con el No. 8404, se pudo corroborar que las tres bombas de agua fueron vendidas (…) a las 11:49 a.m., y pagadas a través de una tarjeta de colaboración, por lo que se procedió, por parte de la comisión investigadora, a entrevistar a la titular de la tarjeta, verificando así la adquisición de dichos equipos», asegura el Gerente.
Se comprobó también que no existieron en la operación violaciones de los procedimientos establecidos para el comercio en tiendas y servicentros por parte de los trabajadores de la entidad, puntualiza.
En el momento en que Anayansy contactó con la tienda, como se deduce, aún no habían sido vendidas las turbinas en cuestión, detalla.
Y añade: «Se verificó que no hay relación ni vínculo alguno de los trabajadores del servicentro con la persona que según expresa el escrito de la clienta, le ofreciera una bomba de agua (turbina) en las afueras de la instalación al precio de 150 CUC».
Por tanto, concluye el funcionario, se consideró sin razón la queja de la santiaguera referida al servicentro Oro Negro El Oriente. Todo ello, como es lógico, se le comunicó a la demandante.
Agradezco la respuesta. Hubiese sido oportuno que el Gerente se refiriera también a lo que dilucidó en torno al trato recibido por la pareja en el centro comercial, no solo a la existencia o no del artículo demandado.
Más allá de este hecho puntual y la institución donde se produjo, habría que reflexionar sobre los mecanismos y distorsiones que posibilitan que un equipo de alta demanda como ese solo se oferte en pequeñas cantidades en las instalaciones estatales, y quienes los necesitan tengan que «morir» en manos de los especuladores.
¿Qué previsiones y regulaciones están fallando? ¿Cómo estas podrían reactivarse? ¿Qué información se le da a la población al respecto?