Acuse de recibo
El «pollo del arroz con pollo» en «faltantes» y «mermas», la explicación convincente del por qué de esos vacíos lesivos al consumidor, sigue ausente en el menú informativo, aun cuando la denuncia al respecto es plato repetitivo aquí.
Jorge Luis Vinent (calle Melones No. 251, entre Enma y Velázquez, Luyanó, La Habana) cuenta que en agosto su esposa fue a comprar el pollo «que les toca» por pescado, y ya se había acabado: llegó «con mucho hielo y no alcanzó» en la Unidad 147, en Melones esquina a Arango. Los anotaron en una lista para cuando la Zona de Comercio pueda reponérselo. Pero sucedió lo mismo el pasado mes con «el pollo de población», la cuota mensual básica. Tampoco alcanzó: «faltante» por el excesivo hielo que cubría las cajas del producto. Los anotaron también en otra lista de espera y angustias.
El Delegado del Poder Popular vio el hielo. El carnicero le hizo fotos con su móvil para la reclamación. La orientación es pesar las cajas cuando llega el pollo. Paradójicamente, esos envases de cartón que contienen el producto tienen plasmado por fuera el peso de 15 kilogramos (33,07 libras); y cuando se pesan las cajas, reflejan 35, 36 y hasta 37 libras.
«Si las cajas vienen con el peso estampado —dice el lector—, ¿cómo es posible que pesen más de lo que dice el distribuidor? En todo caso, lo posible sería que vinieran bajas de peso por posible rotura del envase y caída o sustracción del producto, pero nunca de más. Lo peor es que no sabemos en qué momento se va a “pagar” ese “faltante”. El carnicero no sabe ni le han dicho cuándo».
Quejas de este tipo ya tocaron a las puertas de esta columna. El 16 de mayo de 2013, Marcos Antonio González, cliente de la casilla de Avenida 26 de Julio, en Sancti Spíritus, revelaba aquí que varios consumidores habían quedado sin adquirir el «pollo por pescado» a menos de 24 horas de comenzar a venderse.
Y el 28 de agosto de ese año, Magda Luna Triana, directora de Fiscalización y Control del Grupo Empresarial de Comercio de esa provincia, confirmó lo sucedido a Marcos Antonio. Precisó que el casillero le había comunicado al consumidor que lo anotaría en la lista para reclamar al suministrador «por concepto de merma». El Jefe de Zona Comercial —refería la directiva— explicó al consumidor los procedimientos de recepción del producto: se pesa por cajas. Y al final se le aplica el cuatro por ciento por concepto de mermas establecido.
«Pero siempre, al final de la venta —acotaba—, ha quedado demostrado que la merma es superior al porcentaje aprobado, afectando al consumidor. A partir de la declaración jurada establecida, el casillero informa los núcleos familiares afectados, y la Zona Comercial tramita su reclamación a la Oficina Comercial de la Empresa». Ya se había hecho la reclamación al suministrador, pero el 12 de julio de 2013, cuando ella respondió, el asunto no había sido solucionado.
El pasado 8 de septiembre, Marcos Antonio volvió a escribir para denunciar que «el pollo por pescado» sigue en trance: en menos de 24 horas se acaba, te anotan y… Contaba que a raíz de su primera queja, recibió visitas de funcionarios. Y le dieron un sinnúmero de explicaciones que le parecieron totalmente absurdas. En su segunda misiva reproduce una reflexión de este redactor cuando publicó la primera:
«En el lugar de Marcos, tampoco yo estaría satisfecho. Sea por lo que fuere, es imposible entender que frecuentemente no alcance el pollo que el Estado subsidia con ingentes esfuerzos financieros para todos los consumidores. Faltantes… mermas… Nadie podría aceptar ni entender qué hay detrás de esas palabras, ni qué mecanismos las originan, y que haya que reclamar casi siempre al suministrador… ¿Habrá que revisar el cuatro por ciento de merma establecido…?».
Voy más atrás: el 15 de septiembre de 2011, Bárbara Acosta Machín, viceministra de Comercio Interior, apuntaba aquí que una de las causas del «faltante» se origina en las carnicerías, «y radica en la forma de pesaje y recepción del producto, que no permite deslindar con claridad hasta dónde llega la responsabilidad en la facturación».
Afirmaba que el pesaje incluye el pollo y el bulto completo, que contiene el embalaje, la caja de cartón y el hielo. Por cada bulto se rebajan 600 gramos. Y la caja debe contener 15 kilogramos de peso neto. Así, si aumenta la cantidad de bultos entregados, aumenta la merma.
Aseguraba que, entonces, la Dirección de Venta Minorista y Registro de Consumidores de ese organismo realizaba un estudio para la posible solución de la «merma» del pollo. Y este redactor ofrecía gustosamente el espacio para cuando concluyera dicho estudio, Comercio Interior tuviera la gentileza de informarnos. Pero nunca llegó.
Sigo ofreciendo el espacio, porque hace falta «descongelar» el hielo informativo al respecto. Hay demasiados «faltantes» y «mermas» para esclarecer un problema que afecta la alimentación del pueblo.