Acuse de recibo
El pasado 17 de julio revelé la indignación del campesino Jorge Alberto Martínez, miembro de la cooperativa de crédito y servicios (CCS) Eugenio González Montada, por la inaceptable serie de impagos que mantenía impunemente la Granja Urbana Municipal de Holguín para con él, que había cumplido el suministro de hortalizas a la entidad.
El colmo de esa granja estatal —abundaba Jorge Alberto— es que le debía 9 752 pesos por 3 550 kilogramos que él le había garantizado. La cadena de impagos había comenzado en marzo pasado y siguió en abril, al extremo de que el campesino tuvo que pedir prestado el 13 de julio para pagar su factura de consumo eléctrico, porque ni para eso tenía.
«¿Con qué mantengo a mi familia, si ese es mi único sustento?, ¿acaso con ese proceder no motivan a los campesinos honrados a que emigren hacia otras formas de venta?», cuestionaba Jorge Alberto, quien contaba además que había ido a la granja varias veces, sin resultado alguno. Y hasta le respondieron en una ocasión: «Vaya usted adonde quiera…».
Al respecto, responde Migdalia Moreno Gómez, delegada de la Agricultura en la provincia de Holguín, que Jorge Alberto tiene toda la razón y que «esta situación se creó por la falta de control de los funcionarios y especialistas que tenían la responsabilidad de velar por esas operaciones, tanto en la Empresa como en la unidad empresarial de base (UEB) que se le subordina, la Granja Urbana, que tenía que materializar esa operación».
Apunta que «en el período analizado, el cual está en correspondencia con los meses que se adeudan al productor, existieron los fondos suficientes para materializar el pago. Incluso, se emitió un cheque para pagar parte de la deuda, el cual caducó sin haber sido entregado al destinatario».
Finalmente, agrega, al verificarse la totalidad de la deuda reclamada, se emitieron cheques con el importe del que antes había caducado y con la diferencia existente, y fueron entregados al productor en su domicilio.
Asegura la Delegada que para evitar la repetición de hechos como ese, se adoptaron una serie de medidas organizativas entre la Empresa y la Granja Urbana. Y se aplicaron las siguientes medidas disciplinarias: traslado del financista a un puesto de menor remuneración, sanción pecuniaria a la cajera pagadora y amonestación a los directores de la UEB y de la Empresa Agropecuaria Holguín, respectivamente, ante sus Consejos de Dirección.
Agradezco la respuesta, aunque esta fructificó espoleada por la revelación aquí de la denuncia del sufriente. No se explica con suficiente claridad por qué antes se negaban a pagarle —y hasta llegaron a decirle «vaya usted adonde quiera…»—, los trabajadores directamente responsables de retribuirle a Jorge Alberto el dinero que ganó. ¿Qué impidió que cumplieran su deber —la falta de disciplina, idoneidad, organización...— si se disponía del dinero e incluso se emitió un cheque? ¿Solo la falta de control de los directivos?
Reitero lo que esgrimí al publicar entonces la queja del campesino:
«Qué irrespeto y desidia supura la historia contada por Jorge Alberto. No es la primera vez que irrumpe aquí la bochornosa dilación en el pago a campesinos que sí cumplen con su palabra. Esos morosos debían tener su merecido, porque al final sus indisciplinas conspiran contra algo tan sagrado y estratégico en que nos va la vida y la seguridad nacional: la producción de alimentos».
Por otra parte, alerto de que llegan cartas de colectivos laborales con importantes denuncias acerca de presuntas violaciones de la legalidad socialista por las administraciones, que no he podido procesar aun cuando portan elementos elocuentes.
La dificultad es que suscriben las misivas como colectivos, y nadie se identifica con su nombre y dirección, requisito indispensable en esta sección desde hace muchos años.
Ruego a los remitentes que salgan del anonimato, y alguien, al menos, asuma la denuncia. Desestimamos las cartas colectivas en cierta ocasión cuando publicamos la denuncia de un grupo de vecinos de un edificio, quienes, cuando las entidades correspondientes fueron a investigar, eludieron en masa la autoría. Lo más saludable es dar la cara por la queja. Al final, con la verdad se llega, aunque haya pasadizos y recovecos en el camino…