Acuse de recibo
Bien sabe Islay García Hernández, allá en su hogar en Avenida 62, No. 3505, en la ciudad de Cienfuegos, cuán desprotegido está el consumidor cubano cuando adquiere, con muchos sacrificios financieros, un artículo electrodoméstico en el comercio en divisas.
Relata la lectora que el domingo 17 de noviembre en la mañana, compró en la tienda Casa Mimbre, de esa ciudad, una plancha eléctrica. Fue bien atendida allí, el dependiente le conectó la plancha a la electricidad y la misma encendió su piloto y calentó.
Al llegar a su casa, a solo cien metros de la tienda, ella se dispuso a planchar y se percató de que ya no calentaba lo suficiente. La puso en la máxima temperatura, y lo mismo. A solo 30 minutos de haber hecho la compra, ya Islay estaba de regreso en la tienda para reclamar su derecho.
Primer problema ese día: No se hacen devoluciones ni sábados ni domingos (¿…?). Y para eso tenía que ver a la jefa de piso o a la gerente. Islay se retiró disciplinadamente. Y el lunes estaba en la tienda ya a las nueve de la mañana, solo a 24 horas de haber adquirido aquel problema…
Segundo problema: La respuesta de quien la atendió, al parecer una jefa administrativa, era que para devolverle el dinero tenía que llevar la plancha a Servicios Técnicos de Garantía de la Corporación Cimex, para que entonces ellos emitan un documento de baja técnica.
Islay insistió en que simplemente le cambiaran la plancha por otra, algo elemental. Tercer problema: le respondieron que ya esa plancha tenía un código en máquina, y que no podían darle marcha atrás.
Cuarto problema: Islay, que no era culpable del asunto, tuvo que caminar siete cuadras hasta el taller de marras.
Quinto problema: cuando llegó, le explicaron que no le podían dar baja técnica a la susodicha plancha, «porque solo es un problema de regulación del termostato, y eso tiene solución».
Sexto problema: Le agregaron que nada podían hacer, porque en la tienda no le habían dado a ella el certificado de garantía. Entonces Islay recordó que al adquirir el artefacto, el dependiente le dijo que no tenía modelos de garantía y debía pasar por la tienda en los próximos días a reclamarlo.
Caminó Islay de regreso las siete cuadras, a reclamar el cartón de la garantía. Y de ahí siete cuadras otra vez al taller. Afortunadamente, fue rápido el arreglo, y volvió, siete cuadras más, hacia su casa.
Islay tiene unas cuantas preguntas: «¿Por qué me obligaron a comprar un equipo que de hecho ya estaba roto y no me permitieron cambiarlo por otro, bajo el pretexto de un simple código? ¿Por qué me hicieron caminar tantas cuadras si yo vivo a solo una de la tienda? ¿Por qué al momento de la compra no me entregaron el certificado de garantía?».
Y concluye: «No entiendo por qué el cliente tiene que cargar con el problema. En mi opinión, en Cuba hay que revisar eso que llaman protección al consumidor».
Miriam Enma Martín (Felipe Poey, No. 164, entre Estrada Palma y Libertad, Santos Suárez, La Habana) cuenta que el 28 de octubre pasado fue una noche devastadora para ella y su esposo. Demasiada incertidumbre sentían cuando arribaron a la guardia de Ortopedia del hospital clínico quirúrgico Salvador Allende (antigua Covadonga).
No era para menos. Trasladaban hasta allí a la suegra de Miriam, una anciana de 87 años, con una fractura de fémur desplazada.
«Pero desde que hicimos contacto con los primeros médicos en el cuerpo de guardia —señala—, supimos que estábamos en manos de profesionales capacitados, responsables y humanos». Después de ser atendida con esmero, la anciana fue ingresada en el pabellón Manuel Ascunce Domenech, sala de Ortopedia y Traumatología, pues debía ser operada con posterioridad.
«Nuestro más profundo agradecimiento a los médicos, en especial a los doctores Alemán, Loriet y Silvia, a todos los enfermeros y enfermeras, muy en especial a la licenciada Inalbys, y al resto del personal administrativo y auxiliar que labora en ese pabellón.
«El bloqueo hace más daño cuando hay un corazón sordo al dolor del ser humano. En el pabellón Manuel Ascunce, de la Covadonga, el corazón se reparte en atenciones, responsabilidad y serenidad, para todos los pacientes, sin distinción», concluye Miriam.