Acuse de recibo
Dan vergüenza algunos de los problemas del proceso inversionista en materia de vivienda denunciados aquí. Uno de los casos más increíbles fue el revelado el pasado 15 de marzo por Frank Gómez, en nombre de los vecinos de calle A, entre Ángeles y Calvario, reparto El Calvario del municipio capitalino de Arroyo Naranjo.
Contaba Frank que en esa cuadra se había concluido, en menos de seis meses, un edificio de viviendas cuya construcción estuvo paralizada prácticamente 20 años. El inmueble recibió la condición de «habitable» cuando no contaba con una conexión a las redes albañales.
Entonces, la entidad constructora —no mencionaba su nombre— decidió que para almacenar los residuos de los nuevos vecinos se utilizara la cisterna del edificio. Y en menos de un mes, se desbordó la «cisterna-fosa», y las aguas sucias campeaban por su respeto por la calle.
Los vecinos llevaban dos años sufriendo el desorden fecal. Y ante sus reclamos, enviaban un camión cisterna que vaciaba el almacén de heces. Pero en poco tiempo volvía a desbordarse.
Este redactor decía entonces: «No lo explica el remitente; pero si esos vecinos utilizan la cisterna como evacuación de fecales, ¿cómo se abastecen de agua? No tiene precedente este escatológico episodio, en los 15 años que llevo al frente de la columna Acuse de Recibo».
Al respecto, llegó a esta redacción el pasado 10 de julio la respuesta de William M. Porro, director de la Unidad Provincial Inversionista de la Vivienda (UPIV), quien señala que «se construyó, según proyecto, una nueva cisterna con capacidad para satisfacer la demanda de los núcleos familiares. Y a falta de una red de alcantarillado, se determinó la utilización de la antigua cisterna como fosa».
Explica que esta es «una solución provisional, no la ideal ni la definitiva». Y precisa que el referido depósito se escombrea y limpia cada cierto tiempo por la Empresa Aguas Negras. Y cuando falla el mecanismo, los vecinos tienen que sufrir el vertimiento de aguas albañales por toda la calle. Por ello —dice el funcionario—, el servicio de escombreo tiene que ser sistemático, «aspecto al que debemos dar seguimiento».
Afirma que «ha sido una debilidad en el proceso inversionista el no tomar en cuenta, primero, la ejecución de la fosa o tanque séptico correspondiente, y no haber planificado la obra inducida para la conexión de la misma al alcantarillado. Y muestra de esto es también la decisión de tomar la cisterna construida como fosa».
Apunta que, «por todo lo anterior es que ofrecemos excusas; y estamos elaborando una estrategia que resuelva definitivamente este bochornoso asunto, además de depurar las responsabilidades individuales y colectivas; por lo que aseguramos que volveremos a dar respuesta pública para satisfacción de nuestro pueblo».
Esperamos la información con el desenlace de este, uno de los casos más disparatados de imprevisión, indolencia inversionista y dejadez que se haya publicado aquí.
En nombre de los pobladores del ultramarino barrio de Casablanca, situado a un lado de la bahía de La Habana, escribe el lector Guillermo de J. García, residente en Artés No. 201, entre San Antonio y San Ambrosio, en esa localidad.
Refiere Guillermo que durante más de diez años, esa comunidad y la localidad de Regla, los dos únicos barrios ultramarinos de la ciudad, han tenido que vivenciar la suspensión del más tradicional transporte con las lanchas, en horas de la madrugada.
Las autoridades —señala— decidieron suspender los viajes que se realizaban cada una hora en los horarios entre las 12 de la noche y las cinco de la mañana, lo que quizá se justificaba entonces. Pero hasta hoy, se ha perjudicado a muchos trabajadores, que culminan sus labores pasada la media noche. Otro efecto de la medida es que les deja menos posibilidades a las familias de disfrutar de la vida cultural y recreativa de la ciudad, pues a las 11:45 p.m. sale la última lancha que los lleva a Casablanca.
Concluye Guillermo diciendo que los vecinos han recomendado en varias asambleas de rendición de cuentas que se analice dicha situación a la luz de estas novedades, mas nunca han sido escuchados por las autoridades para darle solución al problema. Si la queja zarpó, ¿no debería la respuesta llegar a puerto?