Acuse de recibo
Julia Esther García vio los cielos abiertos cuando en diciembre de 2012 una brigada de la UEB (Unidad Empresarial de Base) 3 de ECAL (Empresa de Construcción de la Administración Local) inició la tan ansiada reparación del edificio donde vive, en Calzada del Cerro No. 1404, entre Patria y Auditor, en el municipio capitalino de Cerro.
Pero la brigada laboró allí hasta el 19 o 20 de diciembre. Pasaron los días de fin de año y festejos… Y los constructores no volvieron. Así, sencillamente…
Julia Esther llamó por teléfono a la casa del jefe de la brigada, y le comunicaron que este se encontraba en el interior del país. Entonces contactó con la Jefa del Departamento de Conservación de la Unidad Municipal Inversionista de la Vivienda (UMIV) de Cerro, quien le informó que esa brigada se había desintegrado, y le sugirió que llamara a Carlos Castro, de la ECAL.
Julia Esther llamó a Carlos Castro, quien le dijo que el trabajo lo continuaría la UEB 5. Mas, pasaron los días y en el edificio no se presentaba nadie.
Volvió Julia Esther a llamar a Carlos, quien esa vez le sugirió que llamara al jefe de brigada. La mujer habló con el jefe de la UEB 5, Carlos Arozalena. Y este le aseguró que la brigada entraría en acción la siguiente semana, después que él conciliara con la UMIV Cerro.
Siguió Julia Esther llamando: esta vez a la UMIV. Y allí le informaron que la Directora de la misma tenía todas las obras paralizadas hasta tanto no se discutiera el Plan del 2014. Y así, sigue detenida la obra de Calzada del Cerro No. 1404.
Entre tantos vericuetos, aplazamientos e interrupciones, Julia Esther considera que todo ha sido una falta de respeto con los residentes del inmueble. Ojos que te vieron ir…
Mirta Llanes Godoy (Lacret No. 265 entre Juan Bruno Zayas y Consejal Veiga, Santos Suárez, La Habana) cuenta que hace poco tuvo un encuentro cercano con tres jóvenes que le devolvió la esperanza…
Fue a casa de su madre en El Vedado, y de regreso tomó un taxi, manejado por un veinteañero, que llevaba la música un tanto alta. Ella le solicitó que la atenuara y el chofer lo hizo solícito. Mientras, iba conversando.
En el trayecto, montó un anciano que, bien bien, ya frisaba los 90 años, que descubrió no tener dinero cuando fue a bajarse. Mirta y otro pasajero, también joven, sufragaron el costo de la carrera.
Ensimismada, al apearse Mirta dejó abandonada en el auto su cartera con dinero y documentos. Muy tensa y nerviosa, le solicitó ayuda a otro joven, que manejaba un carro. Y este no dudó en auxiliarla, tratando de alcanzar al taxista.
Llegaron hasta La Palma y no lo encontraban. Mirta cruzó la calle, y en la incesante observación, distinguió la imagen salvadora: el joven chofer iba hacia ella con la cartera en la mano.
«Por lo que le pregunté, él se llama Javier Lázaro, apunta Mirta, y vive con su abuelita. Ella debe conocer que su nieto es un joven honrado. Su auto tiene el número 248. Ojalá pueda saber que le estoy muy agradecida, por haberme confirmado, junto a los otros dos desconocidos, que muchos de los jóvenes son mejores de lo que pensamos».
Odalis Riverón escribe desde el edificio 33, apto C-1, en el reparto Santos, de la ciudad de Las Tunas, preocupada por la ausencia de melagenina.
Refiere la lectora que es bien conocido que tal medicamento —¡eterno agradecimiento al Doctor Miyares Cao, su descubridor!— es el más efectivo para los pacientes con la enfermedad de vitiligo. Y se hace necesaria una explicación de por qué el mismo experimenta una ausencia prolongada en farmacias.
La remitente explica que, de por sí, el vitiligo está muy asociado al estrés (históricamente los médicos han observado una estrecha relación entre la despigmentación y los eventos de estrés o tensión emocional extrema).
Así, si la melagenina les falta a esos pacientes, ellos, en su desespero, empeorarán. Odalis considera que el Ministerio de Salud Pública debe dar una información pormenorizada a esos pacientes de por qué un medicamento netamente cubano brilla por su ausencia.