Acuse de recibo
Rosario Quintero (calle Zapata No. 1419, apto. 2, entre B y C, Vedado, La Habana) concluyó en diciembre de 2010 una misión de trabajo en Venezuela. Y no fue hasta diciembre de 2011 que sus compañeros en ese país le enviaron una carga con muebles para el hogar, que ella había adquirido allí con los ahorros de su labor.
El envío fue impuesto el 2 de diciembre de 2011, en la agencia Red Cuba C.A., de ese país, con el número de expedición C3-029. El barco que transportó la carga salió de allá el 6 de enero de 2012, y llegó al puerto de La Habana el 14 de enero. Solo ocho días de travesía, y aún Rosario no ha podido recibir sus muebles.
Desde entonces, ella vive pendiente del envío. Ha ido a Transcargo, en Avenida del Puerto y Línea de Ferrocarril, Regla. Allí ha conversado con las empleadas de la recepción. «Nadie más me recibe —dice—, y me han informado que me avisarán por teléfono acerca del día que debo personarme en el puerto para la extracción».
Intenta comunicar con el número de teléfono que le dieron (797-8570), «y casi siempre está ocupado o no contestan». Las escasas veces en que lo logra, le han dicho que debe esperar, pues existen retrasos para la extracción.
El 9 de abril le informaron que ese mes despacharían las cargas que se encontraban en el puerto desde noviembre de 2011, para después iniciar las de diciembre de ese año y posteriormente las de enero de 2012.
El 10 de mayo Rosario logró comunicar de nuevo por teléfono, y le informaron que aún no habían logrado despachar el contenedor 3, pues estaban esperando al representante. Y el que contiene las propiedades de Rosario es el 4.
El 30 de mayo se presentó en Transcargo, y le mostraron el listado de las personas que extraerían sus pertenencias al siguiente día. Y ella aún no estaba comprendida. Le explicaron, una vez más, que debía esperar la llamada por teléfono.
«Desde entonces me mantengo llamando e insistiendo, y siempre recibo la misma respuesta: Hay retrasos y debe esperar. Hace más de dos meses que me dicen siempre que están al llamarme telefónicamente, o pasarme un telegrama. Pero nada sucede.
«¿Hasta cuándo tengo que esperar para que se me entregue lo que es mío y ya he pagado? Eso, sin contar el tiempo que lleva el contenedor en puerto. ¿Quién paga esa estadía, fuera del tráfico mercantil?»
Miguel Armada Estrada (Calle 250, edificio 2901, Apto. 23, entre 29 y 29-A, San Agustín, La Lisa, La Habana) denuncia un impune salidero de agua potable que lleva más de seis meses hiriendo la sensibilidad de los vecinos, en la propia calle 250, esquina a 29.
El salidero lo causó la rotura de una tubería que va de la central (calle 29) hasta la cisterna del edificio. «Se ha llamado a Aguas de La Habana correspondiente a La Lisa —señala—, y han visitado el lugar en dos ocasiones; pero la entidad plantea que no tiene los materiales necesarios para arreglarlo».
Precisa Miguel que el agua la ponen en días alternos, «y es penoso ver el río del vital líquido que corre por la calle 250 hacia la calle 21. No es un simple salidero», concluye.
Nery Acedo (Carretera de Mola, Hatuey, Sibanicú, provincia de Camagüey) es una paciente que requiere frecuentemente los servicios de ambulancia, y quiere reconocer públicamente a todos los trabajadores del SIUM (Sistema Integrado de Urgencias Médicas) en Sibanicú: ambulancieros, paramédicos; y en especial al jefe, Ricardo Saraín, por el trato cordial, amable y tan profesional que tienen con los pacientes.
«Nos dan ánimo y confianza; esperanza sobre todo», sentencia Nery.