Acuse de recibo
Esta columna se suma al dolor nacional por la muerte de Teófilo Stevenson, uno de los más grandes boxeadores de la Humanidad y gran ser humano. Hijo sencillo de pueblo que nunca envaneció ni olvidó sus orígenes. Hombre y amigo que se prodigaba al prójimo. Cubano leal, que nunca puso precio a sus puños y decidió correr siempre la suerte de su pueblo.
Conmovida, me escribe la bióloga marina Ángela Corvea Martínez, coordinadora de los proyectos ambientales Acualina y A Salvar el Mundo, y residente en Avenida 3ra-A, No. 15214, apto. 1, entre 152 y 154, reparto Náutico, Playa, La Habana.
Vecina de Teófilo por muchos años allí en el reparto Náutico, Ángela destaca, por sobre todas las cosas, la sensibilidad humana del multicampeón, «un hombrote de caminar lento, de modales y hablar pausado, asequible a cualquiera que lo interpelaba en la calle o en su casa».
Destaca una arista poco conocida de Stevenson, la de un consumado ambientalista:
«No solo hablaba del tema, sino que participaba en muchas de las actividades que con ese fin organiza el proyecto Acualina en el barrio.
«Hace ya algunos años fue protagonista de un hecho reflejado en un programa televisivo juvenil que se transmitía los domingos al mediodía. Explicaba a los jóvenes televidentes cómo había salvado a una pequeña tortuga carey en manos de un vendedor inescrupuloso.
«Junto a su hijo David y otros muchachos de la cuadra, cuidó y alimentó a la pequeña infeliz en la bañadera de su casa, para después de algunos días llevarla y donarla al Acuario Nacional.
«Creo que un hombre se mide, no solo por lo que más en él se destaca, sino por innumerables pequeños detalles cotidianos, muchas veces ocultos a una simple mirada superficial. Este es el caso de mi vecino Stevenson, al cual admiraba por estas cualidades. Mi mejor homenaje lo constituye este sencillo escrito.
«Adjunto una foto de su participación más reciente en la actividad comunitaria cercana al río Quibú, el 17 de mayo de 2012, con motivo del Día Mundial del Agua».