Acuse de recibo
Ahora que Juventud Rebelde acaba de publicar un reportaje seriado acerca de los problemas que se registran en la venta de materiales de construcción a la población, es muy oportuna la carta de Vicente Rodríguez Galano, vecino de calle 24, No. 413, entre 23 y 25, en el Vedado, La Habana.
Cuenta Vicente que un amigo está arreglando su casa, y necesitaba cuatro metros de gravilla. Por ello, marcó desde el viernes 25 de mayo en el rastro de Paseo y 33, en Plaza de la Revolución, pues ese material debía entrar el sábado 26.
El amigo tenía el número tres en la cola, y Vicente lo auxiliaba en esos trajines. El primero era un anciano y el dos lo tenía una mujer. Cuando les preguntaron a ambos cuántos metros iban a comprar, el primero dijo que siete y la mujer dos.
El camión con la gravilla llegó casi a la 1:00 p.m. del sábado, con dos gomas reventadas, pero pudo descargar el material: 20 metros cúbicos. Comenzó la venta. Qué bien todo. El anciano no podía comprar porque no habían llegado «las personas». Compró la mujer, ya no dos metros sino ocho.
El rastro cerró durante una hora por el horario de almuerzo. Y al fin le apareció a quien tenía el uno en la cola «la persona»: un cliente que quería dos metros y medio de gravilla. Menos mal, pensaron Vicente y su amigo: alcanzarían no solo ellos, sino dos o tres personas que iban detrás.
Le hicieron el vale a «la persona» a la cual le había marcado el anciano. Y de repente, este último salió a buscar su carné de identidad para adquirir tres metros y medio más de gravilla. «Allí se armó la bronca —apunta Vicente— pues no se lo permitimos, porque había vendido su turno».
Cuando Vicente y su amigo se iban del rastro con la gravilla, a las cinco de la tarde, allí estaba aquella persona, de primero en la cola de los bloques, también en la de la arena… ¡y de todo lo que llegara!
«Ese es su “trabajo”: colero, señala Vicente. De eso vive; para eso no se oculta de nadie. La impunidad es mucha. Así funciona en el rastro de Paseo y 33. ¿Cómo será en otros lugares?».
Rafael Batista Páramo (Calle 8va. No. 87-A, esquina a Diez de Octubre, reparto Harlem, Holguín, es un fiel lector de esta columna. Como tal, confiesa que le hierve la sangre cada vez que un ciudadano común y corriente sufre por las irresponsabilidades de otros… y después la solución de muchas entidades es repartir amonestaciones públicas y privadas… «¡Qué falta de respeto!»
Afirma el lector que cada vez que lee barbaridades que se cometen, le vienen a la mente de inmediato las palabras de alerta de Fidel en el Aula Magna de la Universidad de La Habana el 17 de noviembre de 2005, cuando valoraba que podrían ser los propios errores de los revolucionarios los que dieran al traste con la Revolución Cubana.
Rafael considera que hay que actualizar, dinamizar urgentemente nuestra democracia participativa, pues «este ya no es un país de analfabetos, la gente lee y reflexiona, e inexorablemente hay una evolución del pensamiento».
En tal sentido, alerta que si no queremos que la apatía carcoma las bases de nuestro sistema social, la democracia directa y transparente tiene que virarse más hacia los ciudadanos, que sufren las consecuencias del burocratismo y el acomodamiento de ciertos funcionarios, para quienes el cargo no es consagración y servir al pueblo.
Piensa Rafael que aunque nuestra Asamblea Nacional y las asambleas provinciales y municipales se reúnen varias veces al año, y aunque los vecinos se reúnen cada cierto tiempo con sus delegados, eso no resulta suficiente pues después en muchos lugares las cosas continúan igual o peor.
Sugiere el remitente que podrían existir espacios televisivos regulares donde directivos y funcionarios informen y rindan cuentas al pueblo del resultado de su gestión; al propio tiempo que funcionen mucho mejor las comisiones populares representativas ya existentes a todos los niveles, como apoyo al trabajo de los delegados y diputados.
«Estoy convencido —concluye— que en la Revolución hay suficientes reservas de ideas para acercar más al ciudadano común a los asuntos de las administraciones y los gobiernos».