Acuse de recibo
Seremos un poco más felices el día en que no tenga que publicar aquí denuncias de tanto regusto local, como la que envía María Ángeles Alpízar Terrero, vecina de calle Bravo Correoso No. 109, entre 5 y 6, reparto Santa Bárbara, en la ciudad de Santiago de Cuba.
La remitente revela que en la escuela primaria 20 de Noviembre, de esa ciudad, los servicios sanitarios llevan tupidos más de cinco meses. Y los 400 alumnos, junto a más de 50 profesores, auxiliares pedagógicas, estudiantes de práctica magisterial y activistas deportivos, hacen uso de un único mueble sanitario que, por demás, carece de agua.
María Ángeles comprobó la insalubre y calamitosa situación recientemente, a raíz de una reunión de padres en el plantel. A ello se le suman, señala, prohibiciones explícitas de utilizar ese baño. Ante la demanda, las auxiliares de limpieza esgrimen que ellas tienen que cargar cubos de agua.
«Por ello —afirma—, han impuesto horarios ante las colas de niños, niñas y mayores. ¿Puede imaginarse usted el cuadro en los escasos 15 minutos de receso escolar? ¿Alguien se lo ha preguntado y se han puesto en ese lugar?».
Para María Ángeles es lamentable que un menor deba reprimir urgencias fisiológicas.
«Son condiciones alarmantes en materia de salud física y mental, tanto para estudiantes como para los padres y familiares, que deben conformarse con el consabido pretexto de que no hay plomeros o algo por el estilo».
La remitente no apunta si se han hecho gestiones por parte de la dirección de la escuela, pero cuestiona el hecho de que el problema subsista y que Educación no haya encontrado una solución al respecto, al igual que las autoridades municipales de Santiago de Cuba.
«¿Quién responde por esto?», pregunta María Ángeles.
David Roblejo Balbuena (Calle 5ta. No. 6403, entre Central y Pasaje López, reparto Vía Blanca, Guanabacoa, La Habana) alerta sobre el peligro potencial del río Martín Pérez sobre esa comunidad, dadas las actuales condiciones en que este se encuentra.
«Basta cualquier aguacero, por leve que sea —afirma David—, para que el río Martín Pérez se desborde e inunde las casas de los vecinos a su alrededor, provocando daños materiales de alta cuantía por donde pasa».
Precisa el remitente que en ocasiones anteriores se han movilizado recursos para el dragado del mismo, pero no se ha hecho un trabajo serio, lo cual es lamentable. Todo esto, sumado al deteriorado o casi inexistente sistema de alcantarillado, provoca que cuando llueve el reparto se convierta en un mar.
«Los vecinos ven cómo el agua sube y sube, sin tener nada que hacer; lo que brinda una sensación de impotencia indescriptible. Ya comenzaron los aguaceros de mayo, y se avizora que los próximos meses van a ser lluviosos, sumados al inicio de la temporada ciclónica».
El tema se ha planteado en todas las reuniones y a todos los niveles, pero el problema persiste, afirma David.
Ángelo Najarro Álvarez (Calzada del Cerro No. 1434, apto. 9, entre Patria y Auditor, Cerro, La Habana), escribe para reconocer públicamente la esmerada atención que se brinda a los usuarios en la Biblioteca del Centro Hispanoamericano de Cultura, sito en Malecón
No. 17, entre Prado y Capdevila, en la capital.
Ángelo, quien es escritor de guiones radiales, quedó impresionado por el trato de las bibliotecarias Marlén, Magali y Mirna, que son muy afables y eficientes, al igual que la empleada a cargo de la sala de navegación de esa institución cultural, y los sonidistas y técnicos de video.
Vale la nota del remitente. Quizá, en algunos de sus guiones radiales, él pueda devolverles a técnicos y trabajadores tan eficientes y cordiales, las delicadezas que tuvieron para con él. Por lo pronto, esta columna se adelanta, y se enorgullece de que una institución cultural tan importante como esta pueda contar con empleados tan dignos y especiales.