Acuse de recibo
Marcos Cruz Bazán (Calle 5 No. 200, entre 10 y 12, reparto El Valle, Bayamo, Granma) se considera un cliente de Cubacel. Un cliente en toda la extensión de la palabra, como para hacerse unas cuantas preguntas.
Refiere él que al asumir la telefonía móvil, en el contrato de activación de línea se recogen las condiciones, derechos y deberes de ambas partes. Pero, en su consideración, no queda claro en qué cálculos se basa Cubacel para fijar el período válido para las recargas. Más claro, la «recarga obligatoria» cuando aún te queda saldo en la línea de lo que pagaste con tu dinero, la considera una presión autoritaria y leonina de la entidad.
Marcos supone que alguna situación imponderable del país debe estar gravitando para que se imponga esa rigidez que privilegia los intereses de la empresa por sobre los de los clientes. Y en última instancia, lo incomprensible para él es que esa duda, la de muchos clientes de teléfonos móviles, se mantenga sin una explicación convincente.
El remitente intentó hallar la razón visitando el sitio web de Cubacel. Y encontró de todo, menos el porqué de los cálculos o condiciones para fijar un período de validez, según el monto de la recarga.
Por estos días, aprovechando la promoción con rebajas entre los días 9 y 12 de mayo de Cubacel, un familiar desde el exterior le recargó la línea el propio día 9, con 40 CUC. Y al comprobar fecha de expiración del saldo, el mensaje le dio que vence el 9 de julio.
Pero el 10 de mayo otro familiar le recargó también con una cifra similar. Y al verificar el período de vencimiento del saldo, le sorprende a Marcos que la fecha de expiración es también el 9 de julio.
Al lector le parece absurdo que esta variante de buscar ingresos en divisas al país mediante la recarga desde el exterior, no se traduzca en flexibilidad y consideración para el cliente de la línea. Lo define como un atropello al cliente.
«Ante esta situación —señala—, dejo a merced del silencio o de una respuesta convincente de Etecsa, estas preguntas: ¿Seguirá por siempre esta situación? ¿Reafirmará su prestigio esa empresa mientras escoja la callada por respuesta ante inquietudes como la mía? Casi seguro que esta sea la última vez que, bajo estas condiciones, reciba recarga desde el exterior. Lo lamentaré mucho, pero más por mi país».
Así denomina Miriam Suárez Cruz, en nombre de toda su familia, a los médicos de Terapia Intensiva del Pediátrico Sur (antigua Colonia Española) de la ciudad de Santiago de Cuba. Y hace extensivo ese reconocimiento a otros galenos, enfermeras, auxiliares generales, técnicos del laboratorio y hasta los custodios del centro asistencial.
Todo es porque le han salvado la vida a Kevin, un niño de cinco años de edad. Fueron días y noches de batalla campal contra La Parca, de mucho sufrimiento para la familia.
«Queremos resaltar su buen trato, su solidaridad con nosotros, los familiares del pequeño Kevin. Una vez más se demostró que un mundo mejor es posible, cuando existen personas como estos ángeles de batas blancas», manifiesta Miriam.
Lo inolvidable es que Kevin cumplió sus cinco años allí en Terapia Intensiva. Y el equipo que se batió seguro por su salud, con sus propios recursos le festejó al pequeño su onomástico: regalos, cake, helados…
Kevin ya está en casa, recuperado. Y es feliz, con la felicidad rotunda que solo experimentan los niños. Pero su familia y vecinos de Santiago de Cuba, y sus familiares de La Habana, nunca olvidarán a quienes le salvaron la vida al niño.
Es algo tan común en Cuba, que a fuerza de cotidiano se desvaloriza para algunos; pero no a los ojos de los sensibles y agradecidos.