Acuse de recibo
Comienza un nuevo año y la contaminación sonora persiste, a pesar de las denuncias que se registran a diario. Ese «toro» desbocado no se acaba de tomar por los cuernos por parte de las autoridades correspondientes. A esta sección la han acusado de ilusa, de arar en el mar en tal sentido. Pero mientras persistan esas muestras de insensibilidad e irrespeto a los oídos ajenos y a la paz del prójimo, aquí seguiremos batallando…
La última denuncia la hace Verania Rosa Piñera, vecina de calle 25, edificio 9, apartamento 9, entre Hornos y Hospital, en el municipio capitalino de Centro Habana. La escribió el 17 de diciembre a la 1 y 48 de la madrugada, luego de llamar, una vez más, al quiosco de venta contiguo, perteneciente a Habaguanex, para quejarse por los ruidos y escándalos provenientes de allí.
Refiere Verania que ese quiosco es una especie de mini mercado de mercancías en divisas. Pero se convierte en una especie de bar a altas horas de la madrugada, con las consiguientes molestias a los vecinos: conversaciones en alta voz estimuladas por el alcohol, concentración de personas, tirones de los portones de hierro al cierre del mismo, toques de los clientes a altas horas de la noche solicitando bebidas alcohólicas, estacionamiento de vehículos: desde triciclos hasta autos, con música a elevados volúmenes.
Señala la remitente que situación tal de desorden la llevan soportando por más de dos años, y hasta el momento lo único logrado ha sido la limitación de la música con altavoces por parte del quiosco.
Entre las múltiples gestiones, enumera las reiteradas llamadas de los vecinos al quiosco, incontables reportes por parte de los afectados al Operativo de la PNR, reuniones en el Consejo Popular, planteamientos en la asamblea de rendición de cuentas, canalizados por la delegada (11 de noviembre de 2011); reunión con la administración y trabajadores del quiosco (15 de noviembre de 2011); y reunión con el administrador (18 de noviembre de 2011).
La principal demanda de muchos vecinos es que se regule el horario de venta del quiosco hasta las diez de la noche. Y que el dependiente no se encierre en el mismo pasado dicho horario, pues esto propicia que los clientes toquen los portones metálicos con el clásico ruego: «Mi herma, ponme un plancha’o…».
«¿Nuestro sueño no le preocupa a nadie?», cuestiona Verania Rosa. Y esa pregunta merece una seria y convincente respuesta, no solo en palabras y no solo de Habaguanex, sino de todos quienes deben proteger la paz y tranquilidad de los ciudadanos.
Orlando Arredondo (Sociedad Patriótica No. 130, entre Cuba y Dolores Betancourt, reparto La Caridad, Camagüey) cuenta que el pasado 15 de diciembre recogió a un familiar en la Terminal 2 del Aeropuerto Internacional José Martí, de la capital, y se transportaron en el microbús 2209 de Cubataxi hasta Río Cristal.
En el microbús dejaron por olvido un bolso que contenía documentos importantes y una cantidad considerable de dinero. Ya habían recorrido 175 kilómetros por carretera cuando notaron la ausencia del equipaje y retornaron a la Terminal 2.
Y lo ayudaron a recuperar su bolso la expedidora, el jefe de turno y el protagonista principal de la historia: el chofer del microbús, más conocido por el Chino. También los choferes del taxi de Turismo de Pinar del Río que lo transportaron desde el CUPET del kilómetro 175 hasta la Terminal 2, al saber el motivo de su retorno.
Otra persona clave en esta cadena fue una señora que montó en el microbús luego de haberse bajado Orlando, y que honestamente le entregó el bolso al Chino.
«Estamos rodeados de personas honestas y buenas —afirma Orlando—, solo hay que darles la oportunidad de demostrarlo. Dice el Chino que ellos están acostumbrados a que las personas dejen sus paquetes en los carros, y estos son devueltos. Y le creo, porque me lo demostraron. Mi mayor agradecimiento a ellos, y a los demás que, sin proponérselo, fueron protagonistas de una historia que al menos nosotros no olvidaremos nunca».