Acuse de recibo
Más arroceros desgranan alertas. Ahora es Andrés Rodríguez (Ave. 33, No 1602, Nueva Paz, Mayabeque), socio de la Cooperativa de Créditos y Servicios Fortalecida (CCSF) Abel Santamaría, adscrita a la Empresa Agropecuaria Nueva Paz, quien cuenta que sus cosechas están contratadas de una parte con la CCSF y de la otra con la empresa arrocera. «Esta última —dice— se compromete mediante convenio a la entrega de insumos como insecticidas, fungicidas, herbicidas, combustible y el corte del arroz».
Afirma que este año, como en el 2010, la empresa incumplió con la entrega del combustible para el riego en tres ocasiones, y una vez más en el corte del cereal. «Como resultado, el arroz de cinco hectáreas, valorado en alrededor de 500 quintales y desde hace 25 días aproximadamente listo para corte, se ha encamado y goteado, y actualmente está bajo el agua producto de las inclemencias del tiempo».
Las organizaciones políticas y de masas han tratado de mediar con la empresa para resolverlo, manifiesta, «pero hasta ahora la respuesta que hemos tenido es la pérdida del producto en el campo y las mencionadas máquinas no acaban de aparecer». Él no entiende que trasladen a otros territorios las cosechadoras de arroz que debían cortar dicho cereal en ese municipio.
En lo particular, sostiene, se afecta su economía familiar. En 2010 los daños al respecto fueron de unos 90 000 pesos; y en el presente las pérdidas pueden llegar a unos 500 quintales y 75 000 pesos. Viéndolo desde la perspectiva del país, la secuela es mayor, pues el programa del arroz tiene prioridad estratégica en la sustitución de importaciones.
Janet Rodríguez (Calle 9 No. 13 entre 4 y Carretera del Caney, reparto Vista Alegre, Santiago de Cuba) encabeza la carta de varios graduados de la carrera de Psicología de la Universidad de Oriente, quienes no han puesto un pie en la vida laboral y ya tropiezan con obstáculos para cumplir con el necesario adiestramiento.
Refiere que 11 egresados con Título de Oro fueron ubicados en la Dirección Provincial de Educación, encargada de asegurarles plazas como psicopedagogos en entidades escolares. «Al conocerlo —agrega—, hubo descontento entre nosotros, pues la Psicopedagogía no es nuestra especialidad. Pero comprendiendo la situación que atraviesa el país con la reducción de plantillas, y respondiendo a nuestro proyecto social como profesionales integrales, nos proyectamos a desempeñar el rol de psicólogos educativos».
Al dirigirse a la Dirección Provincial de Educación, les informaron que no hay demanda de psicopedagogos en las escuelas, y sus ubicaciones serían como docentes de las asignaturas Historia y Español en enseñanza secundaria.
Ante la propuesta, que nada tiene que ver con su perfil, fueron en busca de respuestas más convincentes a la Dirección Provincial de Trabajo y Seguridad Social. Pero el funcionario que los atendió, quien ni los invitó a pasar o a sentarse —asegura ella—, les comunicó entre otras cosas que «su carrera no tiene demanda».
Janet y sus compañeros se preguntan:
«¿Cualquier graduado universitario puede desempeñarse como profesor en distintos niveles de enseñanza? ¿Ya no son importantes la formación y vocación pedagógicas? ¿Y qué decir de la ética profesional que tanto se enarbola y predica en las universidades?
«Asumir la responsabilidad de formar nuevas generaciones sin preparación y conocimiento necesarios, no nos es éticamente posible. Atenta contra la calidad del aprendizaje y contra el futuro de la sociedad cubana; además de denigrar la figura del maestro (tan importante para los niños), y no contribuir a nuestro adiestramiento como psicólogos. Pensamos que, al menos en nuestra provincia, es imprescindible la labor del psicólogo, y lo pudimos constatar en las prácticas laborales investigativas y profesionales a lo largo de la carrera».