Acuse de recibo
Ángel Martín y su esposa Haydée Pérez no conciben que una institución cambie unilateralmente los términos de algo conveniado con sus clientes, y estos deban enterarse por un aviso en tablilla, sin la explicación necesaria. El matrimonio, que reside en calle 4 No. 555, entre 23 y 25, Vedado, en la capital, refiere que hace diez años se acogió a la sana política de ahorro fomentada por el Banco Nacional de Cuba, mediante una cuenta de depósito a plazo fijo. Y lo hicieron en una sucursal del Banco Popular de Ahorro (BPA) porque esa modalidad estimulaba a los ahorristas que se mantuvieran uno, dos y tres años, a tasas de interés de 6, 7 y 8 por ciento, respectivamente. Ahora descubren, en el hoy Banco Metropolitano que fue aquel BPA, que «sin previa comunicación, y violando lo contratado, rebajan en uno por ciento los intereses antes mencionados». Señalan que la información del nuevo porcentaje aparece en tablillas ubicadas en las unidades bancarias, «sin ninguna explicación, lo que demuestra poca seriedad en una institución que ha sido ejemplo de organización». La medida, según ellos, afecta a los poseedores de cuentas; y lo que es peor: a la credibilidad bancaria.
Más claro, ni el agua: Mario Rodríguez denunció aquí el pasado 25 de febrero un salidero de agua potable que llevaba más de un año, en una ciudad azotada por la sequía como La Habana; específicamente en calle 76, entre 31 y 41, al costado del Hospital Oftalmológico, en el municipio de Playa. El lector denotaba la indignación e impotencia que promueven ese y tantos otros salideros, en una población que ve mermar sus fuentes de abasto. Son como afrentas. Y mire que el pasado 4 de marzo el persistente Mario me volvió a escribir para contar que a la semana de revelada su denuncia ya le habían dado solución a aquel despilfarro que en un año no se solucionaba. Pero como muchos cubanos inteligentes, Mario reflexiona más allá de la feliz conformidad: «No sé si fue por casualidad (pues hasta el momento ningún representante se me ha acercado para dar una explicación, y aclaro que no estoy exigiendo esto); o fue por haber leído en su columna la queja, que rápidamente se le dio solución. «¿Falta de recursos? Por el tiempo en que se resolvió me parece que no. ¿Falta de control? ¿Descuido? ¿Olvido? ¿Falta de organización? ¿Preocupación por el deterioro de la imagen de la entidad al ser aludida públicamente? Lo cierto es que como he visto en muchas de las quejas que usted publica, después tienen solución más tarde o temprano. Conozco la cantidad de problemas por los que atraviesa el país desde el punto de vista económico; pero adolecemos de una organización adecuada. De esta forma tardaremos en lograr el modelo económico que nuestra Revolución necesita. Y de él depende la continuidad de nuestro sistema social». Más claro, ni el agua que se despilfarró en 76, entre 31 y 41 por más de un año.
La sanación tiene nombres: Esther Solís (Zapata 1872. apto. 18, entre 12 y 14, Vedado, La Habana) sabe que, cuando más apaleado puedas sentirte, la virtud siempre salva y resana. Cuenta que su mamá Blanca Celia Cardoso, con 97 años de edad, llegó en estado crítico al Hospital Manuel Piti Fajardo, de la localidad camagüeyana de Florida, y fue internada primeramente en la sala de Terapia Intensiva. Nunca se es muy viejo, ni siquiera rozando la centuria, para conmoverse con el amor y el rigor con que profesionales de la Salud le devuelven a la vida para que ahora, balanceándose en un sillón en su hogar, la anciana sueñe con sobrepasar el siglo. «Reconocimientos especiales al doctor Norge, clínico y jefe de la Sala de Mujeres, que en cada visita con sus alumnos de Medicina les da una clase de humanidad y sensibilidad, de cómo deben ser y cómo tratar al paciente y sentirlo como un familiar. También a los doctores Leonid, Rosita, Silvia Yilsi; a la jefa de enfermeras de la sala, Yuneisy; al personal de Terapia, a las enfermeras tan jóvenes y tan profesionales y cariñosas, a técnicos y especialistas del Laboratorio y Banco de Sangre, pantristas; al personal de Mantenimiento y limpieza…». Esther no olvidará a ninguno, ahora que Blanca Celia se balancea por la tarde en el sillón, soñando con cerrar un siglo y seguir…