Acuse de recibo
Allá en el batey del extinto central España Republicana, en el municipio matancero de Perico, María del Carmen Artiles siente que se extravía como polvareda el fruto de tantos sacrificios de su padre para fecundar la tierra.
Ella es hija de un campesino que, al llamado de la Revolución, dio el paso al frente y aportó sus tierras al movimiento cooperativo. Por más de 20 años, fue el presidente de la cooperativa de producción agropecuaria (CPA) 19 de Abril, la cual siempre dio utilidades. Y en 2001, por problemas de salud, una comisión médica dictaminó que estaba incapacitado para trabajar.
Pero en el actual año se aprobó la disolución de esa CPA, y las tierras pasaron a los fondos de una Unidad Básica de Producción Cooperativa y de una Cooperativa de Crédito y Servicios. Entonces, María del Carmen se dirigió a la ANAP en el municipio y en la provincia para saber en qué condiciones quedaban los aportadores de tierra; en específico su padre, con el cual se tenía un compromiso de por vida por su trayectoria. Pero no ha recibido respuesta.
Conocedora de las bases con que se creó el movimiento cooperativo, y en su condición de hija de un fundador y aportador de este, solicitó se le considerara en usufructo un área de tierra cercana a su casa, y se le afiliara en una CCS, para contribuir al sustento de su familia y mantener vivo lo que tanto sacrificio le costó a su padre.
Ella hace preguntas que deberán ser respondidas: «¿Por qué se permitió el deterioro de una cooperativa que era fuente de empleo? ¿Por qué no se tomaron medidas como, por ejemplo, el cambio de su directiva? ¿Por qué no se cambió a tiempo su objeto social? ¿Por qué, si la disolución de la CPA era inevitable, no se priorizó a esas familias aportadoras de tierra para que las solicitaran?
El pasado 15 de agosto, Gumersinda Díaz contaba que el 30 de julio de 2010 fue a la sucursal 8252 del Banco Popular de Ahorro (BPA) en el barrio santiaguero El Caney, a hacer una transacción. Y describía el panorama que halló, ajeno a la habitual elegancia bancaria: personas con porte inadecuado entrando y saliendo para cambiar menudo, retrasando el servicio. La cola mal organizada, se hablaba en voz alta. Cierto desparpajo.
Refería que lo comentó con otro cliente; y el custodio del salón, de forma violenta, casi manoteando, le dijo que «yo organizo la cola como me da la gana». La mujer le exigió respeto, pero él continuó con improperios. Y solo una empleada le llamó la atención al custodio.
Al respecto, responde José L. Alari, presidente del Banco Popular de Ahorro (BPA), que una comisión se entrevistó con Gumersinda para ofrecerle disculpas. Y ella les manifestó que no fue la persona irrespetada por el agente de seguridad, sino una amiga. Que por ira escribió a Acuse de Recibo. Por lo demás, reiteró lo dicho en su carta.
Afirma Alari que ese día era fecha de pago adelantado a jubilados y pensionados, por lo cual era significativo el volumen de clientes. No obstante, la comisión se reunió con el consejo de dirección de la sucursal, y concluyó que se violó lo normado, al permitir que el agente de SEPSA asumiera la organización, atención y orden de los clientes.
Esta misión, señala, deben asumirla directivos de la sucursal o personal designado por ellos. Y no se garantizó durante la jornada, «por lo que se adoptaron las medidas pertinentes, siempre teniendo en cuenta que estamos ante un colectivo que ostenta la distinción Héroes del Moncada y otros reconocimientos por su eficiente labor, así como las favorables opiniones recogidas a 18 clientes y factores de esa comunidad santiaguera. Y como hecho significativo: no existen quejas anteriores de la gestión de esa sucursal».
Alari apunta que el suceso fue analizado críticamente en las 423 oficinas de la red comercial del BPA, para adoptar las prevenciones necesarias.
Agradezco la respuesta, no sin antes recordarle a Gumersinda que la ira no puede llevarlo a uno a ser impreciso. Lamento que el presidente no informara cuáles fueron las medidas, pues si se trata de un colectivo con tal prestigio, con más razón no deben suceder tales desorganizaciones, que menguan la profesionalidad.