Acuse de recibo
Desde Cuba No. 14, en Camajuaní, Villa Clara, me escribe Ricardo Alexis Delgado, un obrero del sector tabacalero que ha chocado con negativas y prohibiciones que, según su consideración, son absurdas y unilaterales.
Desde hace año y medio, y con mucho sacrificio, Ricardo armó pieza a pieza un ciclo de tres ruedas. Como a cualquier cubano, a él le urgen las tensiones financieras. Fuera de su jornada laboral, aspira a ejercer como trabajador por cuenta propia, brindando servicios de bicitaxi.
Y Camajuaní lo necesita. Es una localidad con más de 26 000 habitantes y cerca de 8 kilómetros cuadrados de extensión, que con la llegada del período especial perdió el servicio de ómnibus urbanos. La otra razón es que el bicitaxi es una alternativa ecológica. No contamina el medio ambiente, ni tampoco deja la secuela de defecaciones y desagradables olores de los carretones halados por caballos.
Ricardo solicitó la licencia para prestar esos servicios y contribuir con el fisco, y se la denegaron, «como denegada ha sido a otros, por razón de la capacidad», señala.
No entiende el porqué de la negativa de la Dirección Municipal de Transporte de abrir nuevas capacidades para ese servicio. Y pregunta: «¿Por qué no permiten la inscripción de nuevos cuentapropistas, alegando que ya están a tope, cuando la población sabe que son insuficientes? ¿Por qué no abrir nuevas terminales con esos solicitantes, pues las que tenemos solo radican en la calle Independencia, lo cual cercena la posibilidad de aquellos que residen en barrios alejados del centro comercial?
«Quien le escribe, manifiesta, pretende trabajar honradamente, en horarios extralaborales y los fines de semana, explotando las posibilidades del multioficio.
Casos como este demuestran la importancia de que se esclarezca lo establecido en relación con este tema.
Hay cartas que sugieren más de lo que expresan, como la de Juan Miguel Pérez, recluso del Destacamento 8 del Centro Penitenciario Las Canaletas, en Perico, provincia de Matanzas.
Juan Miguel, quien cumple una sanción de 11 años de privación de libertad, confiesa que el pasado 1ro. de mayo quedará en su memoria toda su vida, por el aliento que tuvo como ser humano.
Ese día, sintió una molestia en el ojo izquierdo, y en el puesto médico del penal fue atendido de manera inmediata por la doctora Mailín «con mil amores, profesionalidad y ética médica». Junto al enfermero Alberto batalló para aliviar su molestia.
Al no lograrse la recuperación, remitieron a Juan Miguel para el hospital Mario Muñoz Monroy, de Colón. Allí le atendió una oftalmóloga, «la cual hizo derroche de buen trato, ética y grandes cualidades humanas. Incluso me dio el medicamento necesario y un turno para más adelante. Antes de retirarme, me deseó, muy amable y cortés, que me cuidara, y una pronta recuperación».
Juan Miguel está sumamente agradecido, pero en el fondo de la historia, hay que recordarle que él es un compatriota más; no importa que haya errado y esté tras las rejas.
Precisamente la misma filosofía de quienes lo atendieron con tanta devoción, es la que sostiene la no diferenciación de las personas, estén del lado que estén de las rejas. De seguro, si tanto le marcó ese 1ro. de mayo, le ayudará a ser una mejor persona cuando expíe sus culpas y vuelva a la libertad.