Acuse de recibo
Desde calle 17 No. 1472, entre 28 y 30, Vedado, me escriben Beatriz Lavastida y Gustavo Zuaznábar, quienes se aman y desean casarse en noviembre de este año. Por eso, en búsqueda de trajes para la boda, el pasado 20 de febrero decidieron personarse en el Palacio de los Novios, en la céntrica calle Galiano de la capital.
A las 2 y 30 p.m. aproximadamente llegaron allí, y los recibieron dos empleadas, quienes, en una actitud «inapropiada», según ellos, les comunicaron que los sábados solo se trabajaba hasta la una de la tarde.
Las empleadas les preguntaron qué fecha tenía la boda. Y al decírselo, les respondieron que era imposible entrar ni siquiera a mirar, pues solo se podía hacer diez días antes de la fecha del matrimonio. Entonces Beatriz les preguntó cómo tenían constancia de ese día. Y les respondieron que con un documento que emite el Palacio de los Matrimonios.
Aunque Beatriz no lo tenía todavía, intentó averiguar los precios de los trajes y otros detalles, «a lo cual, de manera descortés respondieron, añadiendo que solo tenían en su almacén los que mostraban en vidriera».
Los novios decidieron marcharse defraudados, pero Beatriz sigue aguijoneada con algunas inquietudes: «¿Es razonable que un sábado, a esa hora, no se atienda a las personas; que haya que perder un día de trabajo para algo tan sencillo como escoger un traje de bodas? ¿Es razonable que trabajadores de ese sitio no distingan la ilusión de una pareja que planea casarse? El trato debe ser amable y pausado, no desilusionarte en tan corto tiempo».
Y cuestiona más: «¿Es razonable que se exija presentar un papel para escoger un traje de bodas? ¿Es razonable que en el único lugar de La Habana para alquilar ese tipo de trajes en moneda nacional sucedan esas cosas, cuando un trabajador promedio no puede costeárselo en las casas particulares? ¿Es razonable que, al no contar con respuestas, me hayan dejado marchar sin siquiera invitarme a entrar y llamar a un superior, alguien que tuviera una respuesta, o darme la alternativa de llamarlos en otro momento?».
Martha Viamontes (Calle E, No. 37, reparto La Mascota, Camagüey) se personó el 27 de junio de 2009 en la sucursal de la Empresa Eléctrica que le corresponde para solicitar el cambio del tendido de un transformador a otro: los cables pasan por encima del techo de la vivienda vecina. Y debido a la cercanía, les trasmiten corriente a aquella.
Al no tener respuesta, se dirigió a la organización básica eléctrica (OBE) de su municipio. Pero allí le informaron que debía presentarse en la sucursal de su zona, donde le respondieron que no tenían solución para su problema, por carecer de carro de servicios.
La sucursal a la cual pertenece Martha envió un inspector para confirmar la viabilidad del cambio solicitado en la Orden 168 de 31 de agosto de 2009, número de solicitud 6940.
Al no recibir respuesta durante meses, Martha se entrevistó con la funcionaria que atiende a la población en la entidad. Le entregaron un recibo para que efectuara el pago del servicio solicitado, y así lo hizo el 10 de septiembre de 2009. Pero en diciembre de ese año volvió a la OBE municipal, y le dijeron que el caso sería priorizado. En enero de 2010 le dieron la misma respuesta por teléfono.
Martha cuestiona: «¿Por qué me cobraron un servicio que aún no he recibido? Soy una mujer trabajadora, que vive sola con su niña. Presento problemas serios de salud, que no me permiten acrecentar el estrés. Deseo solucionar mi problema y el del resto de los afectados… ¿Qué sucede?».