Acuse de recibo
Los malandrines del maltrato están haciendo de las suyas impunemente y ganando peligrosos márgenes cuando suceden lamentables historias como la que hoy cuenta Arnaldo Arévalo, residente en edificio 669, apartamento 25, Zona 18, Alamar, La Habana del Este, Ciudad de La Habana.
Refiere el lector que recientemente fue remozado y reabierto en la zona de Micro 10, en ese reparto, un centro que presta servicios de lavandería a la comunidad. La buena nueva se ensanchó cuando, conjuntamente, se pintaron varios edificios circundantes y se construyó un parque infantil que ocupa casi una manzana, donde se situaron aparatos para el disfrute de los niños y numerosos bancos.
«Sin embargo —señala—, cuando aún no se había concluido la obra, se observaban jóvenes y adolescentes a cualquier hora del día y de la noche haciendo uso de esos medios que, por razones obvias, no resisten pesos excesivos. Y comenzó el rápido deterioro. Ya se ven bancos desprendidos y aparatos destruidos, sin que nadie haga nada para impedirlo».
Arnaldo pensó que la obra se cercaría y se le situarían guardaparques, pero no fue así.
«Seguramente los aludidos dirán que impedir que esto ocurra es tarea de todos, lo que quiere decir que la comunidad, con sus consabidos factores, son los responsables». Arnaldo llama la atención a los que emplearon esos recursos —que no fueron pocos—, para que también se sientan responsables del cuidado de todo lo invertido.
Rafael Pérez (San Miguel 67, entre Colón y Maceo, Santa Clara) cuenta que la sala de navegación del Correo Central (Zona 1) de esa ciudad, frente a Coppelia, comenzó sus servicios con diez computadoras, de las cuales solo quedan seis trabajando, por roturas de las restantes.
Pero desde octubre de 2009 se encuentran almacenadas en dicho local diez computadoras nuevas para reemplazar a las anteriores. Y no se han instalado aún, alegándose que tienen que ir técnicos desde la capital del país para realizar el montaje.
«Una inversión como esa —subraya Rafael— representa un capital de más de 7 000 CUC tirados en un rincón, esperando por una solución que puede darse en la provincia. La justificación, desde el punto de vista económico, es absurda, pues la garantía comercial de esas computadoras podría expirar. ¿Por qué no delegar en las empresas que se dedican a esos fines en Santa Clara? Podría así resolverse el asunto sin tener que buscar hospedaje, dietas, vehículos y combustible. Si todas las redes de esa naturaleza que se instalan en el país tienen que ser atendidas por personal de la capital, será un serio gravamen para la economía nacional».
Está sucediendo que ciertas cartas, tanto de ciudadanos como respuestas de instituciones, no narran con claridad y precisión lo que pretenden comunicar, y dejan motivos para la confusión y la vaguedad.
Algunas, incluso, cuentan sobre el problema de tal manera que parecen dar por descontado que ya sabemos parte de la trama, y se concentran en las gestiones hechas o en juicios sobre las supuestas desatenciones, pero no aclaran ni explican el motivo, el origen del conflicto.
Y por acá no somos adivinos, aunque siempre intentemos leer entre líneas. Ayúdennos en tal sentido. Gracias.