Acuse de recibo
Es muy duro separarte de la familia en una misión en el exterior y esforzarte en adquirir algunos bienes, para que en el propio vuelo de retorno, cuando ya estés abrazando la felicidad de ver a los tuyos y pisar el suelo patrio, compruebes que tu equipaje despachado no llegó contigo y «se extravió». Es más que duro: me ahorro el calificativo.
Juan Carlos Nazala (calle 13 número 3109, apartamento 11, entre 12 y Camagüey, Casino Deportivo, Cerro, Ciudad de La Habana) estuvo 11 meses laborando en Venezuela como colaborador de la Unión Eléctrica. El 11 de julio arribó a La Habana procedente de Caracas en el vuelo CU313, de Cubana de Aviación. Y la alegría se esfumó al recoger sus equipajes. Faltaba uno que él mismo había despachado, con la etiqueta de facturación CU280166. ¿Qué venía en él? Pues, un televisor LCD.
Juan Carlos hizo la reclamación, y desde entonces sus vacaciones son un tormento, con llamadas y visitas al aeropuerto en las cuales ha comprobado que su caso no es único. Mientras reclama y espera con incertidumbre, manifiesta: «Mentiría si digo que no importa mi bien; sudor y esfuerzo que costó. Importan y mucho también el mecanismo, las respuestas, la situación en que la institución pone al viajero. Reclamo entonces que se me reponga mi bien o el abono total del dinero, pero no podrán reponerme los sinsabores».
Juan Carlos no se ciñe a su caso y ve más allá de la punta del iceberg: «Reclamo de igual modo que se tomen acciones para que esto no ocurra».
Los mismos sentimientos experimenta Pilar Zenaida Romero (calle 53 número 1218, entre 12 y 14, Nueva Gerona, Isla de la Juventud), quien narra los avatares de su hija Nurmys Salazar Romero, residente en España, quien visitó recientemente el país.
Cuenta Pilar que el 5 de julio pasado Nurmys viajó en el vuelo Gerona-Habana con el pase a bordo 25, hora 18:25 (no aclara si de Cubana de Aviación o AeroCaribbean). La pasajera había depositado en su maleta de viaje varios sobres con dinero, que totalizaban 70 euros, para repartirlos a personas en la capital. Los mismos se los enviaban familiares que residen en Madrid.
Cuando en La Habana su hija abrió la maleta, notó que el candado había cedido apenas con dos combinaciones, y no con tres, como era usual. Todo estaba revuelto, el doble fondo de la maleta abierto, vaciados los pequeños bolsos donde ella guarda objetos personales; y todos los sobres de las cartas rotos: Habían sustraído los 70 euros.
Aun cuando lo ideal y seguro hubiera sido llevar esos sobres con dinero en su equipaje de mano, ese argumento y otras reglamentaciones que podrían existir en tal sentido no exoneran del bochorno que supone una bajeza de tal catadura.
«Esta acción la denuncio —señala Pilar Zenaida— porque considero que todo está bien limitado a un grupo de personas que no son confiables y trabajan en nuestras fronteras. Constituye una vergüenza, y han puesto en tela de juicio la intención de formar ciudadanos dignos y acreedores de los valores más altos de nuestro pueblo».
Ulises Barnet (Calzada 41, esquina a 13, Vedado, Ciudad de La Habana) visitó con su esposa las oficinas de Cubanacán radicadas en el Hotel Inglaterra de la capital, para informarse sobre excursiones y reservaciones hoteleras.
«Nos sentamos —dice— frente a una persona afable. No solo respondió nuestras preguntas, sino que al unísono atendía el teléfono, vendía tarjetas para teléfonos celulares y respondía a cuanta persona se paraba frente a ella. Nunca perdió su buen carácter. Con todos, nacionales y extranjeros, es la amabilidad en persona. Y en un ambiente caluroso, sin perder la compostura.
«Consideramos justo hacer saber la existencia de Leticia Monnar, que es capaz de hacer felices a todos los que pasan frente a su mesa. Que estas líneas sirvan de estímulo y energía a muchos como Leticia; y de referencia a otros que mantienen un trato muy distante de la profesionalidad y la amabilidad con el público», concluye Ulises.