Acuse de recibo
Ayúdenme, se me muere mi abuela! El grito resuena en el silencio de la madrugada del 26 de julio de 2009, desde el quinto piso del edificio 8203, en el reparto Guiteras, del municipio capitalino de La Habana del Este.
A medio vestir, y desde otro apartamento, sube como una centella un hombre. Carga a la anciana, que sufre un paro respiratorio, y la baja urgentemente. La acuesta en un banco del área exterior del edificio, y le da respiración boca a boca. La golpea en el pecho, para que reaccione. De nuevo el boca a boca, hasta que siente, muy débil, la señal de vida.
¡Busquen un carro, que está viva!, grita el hombre. Le alcanzan un pulóver y un short, entre los vecinos que también han acudido. Salen a la calle, a la caza de un transporte. Solicitan ayuda al chofer de un combi azul, y este se niega. Aparece un ómnibus amarillo, que a esa hora transporta personal de un centro de trabajo. Y este chofer sí saca la cara por los seres humanos, y los lleva al policlínico Wilfredo Santana, de ese reparto.
En el cuerpo de guardia del policlínico, los médicos de guardia se vuelcan sobre la anciana, y cierran victoriosamente la larga cadena de salvación, no sin antes agradecerle al emergente «enfermero» los decisivos primeros auxilios.
Noemí Cairo (Edificio 77, apartamento 23, Reparto Guiteras), y coordinadora de la Zona 67 de los CDR, acompañó todo el tiempo la solidaria operación, y es la cronista de los hechos, mediante una escueta carta. Cuenta que la señora rescatada de la muerte, con 80 años, se llama Georgina Surí. Y quien, sin pensarlo, le dio los primeros auxilios en el momento crítico, hasta que sintió el hilo de la vida, es Leonardo Chamizo, el delegado de la circunscripción 67, y actualmente presidente del Consejo Popular Guiteras.
«No pude encontrar los nombres de los médicos y paramédicos que la atendieron, así como del chofer que sí prestó ayuda», se lamenta Noemí. «Pero hechos como este deben darse a conocer», remarca al final, no sin antes sentenciar con sabiduría popular:
«Al chofer del combi azul, el pobre, cómo se debe sentir, qué sucia tendrá la conciencia si algo de ella queda...».
Hay quienes van por el mundo agujereando la confianza humana. Esos, con sus negativas u olvidos, hacen sufrir a personas como Luis Orlando Rodríguez, vecino de Aguilera 19, entre Maceo y Villuendas, Zulueta, Villa Clara.
Cuenta Luis Orlando que hace ya unos siete años las casas colindantes con la suya, que estaban en estado crítico, se derrumbaron y reconstruyeron, por una justa decisión del Gobierno municipal. Pero se les cambió el diseño original, y se hicieron más bajas.
Esta modificación trajo como consecuencia serias afectaciones a la suya, pues quedó un hueco descubierto, que cuando llueve, deja penetrar el agua. Además, queda un tablero en el aire, que puede caerse algún día.
En agosto de 2002 Luis Orlando le planteó el asunto a la directora de la Unidad Municipal Inversionista de la Vivienda (UMIV), entidad que había contratado y financiado la obra. El asunto era que el jefe de la brigada se había comprometido a que, antes de retirarse, taparían el hueco. Pero no lo cumplieron.
Luis Orlando visitó tres veces a la directora de la UMIV; y esta, en las tres ocasiones, envió un especialista. El afectado también lo planteó en varias reuniones de rendición de cuentas del delegado. Lo hizo en el Consejo Popular, en la Fiscalía municipal, que está en Remedios, a 16 kilómetros.
Ahora hay un nuevo director de la UMIV, y tiene conocimiento del arrastre que sufre Luis Orlando. Este ha tenido ya dos despachos con él. «Cuando tuvimos el primer encuentro, envió dos técnicos; después del segundo, un especialista. Pero lo que nunca han enviado es la solución», señala Luis Orlando.