Acuse de recibo
Bastante descolorido estaba ya el pueblito de Quiebrahacha —con pocas atracciones recreativas, calles en mal estado y otras dolencias—, cuando le llegó la angustia mayor, aquella que hizo a Gisela Y. Batista remitirnos una carta. Se trataba del agua. O de su ausencia, mejor dicho.
Gisela no vive en el pequeño poblado del habanero municipio de Mariel, pero habla a nombre de sus ancianos padres que sí residen allí. La cuadra de ellos —ubicada en la calle 190— y algunas zonas cercanas, llevaba más de un año sin agua en el momento de redactada la misiva que publicamos aquí el 18 de abril.
A los papás de la remitente —dependientes de su exigua chequera— no les quedaba entonces otra salida que comprar pipas de agua en un precio oscilante entre 100 y 200 pesos cada 15 días.
A propósito nos escribe Abel E. Salas García, delegado del Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos (INRH), en La Habana. Reconoce Abel que «en efecto, le asiste toda la razón (a la remitente) cuando señala los serios problemas con el abasto de agua en la localidad de Quiebrahacha, donde residen sus padres».
Es más —explica el directivo— el municipio de Mariel completo afronta dificultades con el imprescindible líquido, cuya presencia (en condiciones de consumo humano) es bastante escasa en la región, debido a la salinización de sus principales fuentes. «De ahí la necesidad de instalar varias plantas potabilizadoras...
«A esto se suma el deterioro de años de las conductoras, a causa de carencias financieras (...), en vías de solución con un millonario programa inversionista a largo plazo que desarrolla el INRH en todo el país».
Con Quiebrahacha, especifica el Delegado, sucede como con otras localidades habaneras en las que la solución definitiva de la crisis pasa por la sustitución total del sistema de tuberías, para lo cual hoy no existen recursos financieros.
«Para paliar la situación de los habitantes de Quiebrahacha se han realizado acciones puntuales destinadas a reparar determinados tramos de la conductora y se ha dispuesto, de conjunto con el Consejo de la Administración Municipal de Mariel, el servicio de pipas con medios de la Empresa Provincial de Acueductos y Alcantarillado y entidades de ese territorio; las cuales estamos claros que no son suficientes», detalla Abel.
Y se lamenta el dirigente del INRH de que Gisela «no señale las matrículas o nombres de los choferes de las pipas que se dedican a lucrar con las necesidades de la población. Es inadmisible tal proceder (...) en quienes usan equipos del Estado destinados a solventar las insuficiencias de agua de nuestros pobladores.
«Quienes practican dichos procedimientos tienen la repulsa de nosotros, y de ser denunciados o detectados por nuestros inspectores y directivos, recibirán el peso de la ley».
Agradecemos al Delegado del INRH en La Habana su misiva. Y lamentamos que las carencias logísticas impidan resolver de raíz los vacíos líquidos en Quiebrahacha y otras localidades de esa provincia. Sin embargo, nos gustaría comentar algunas cuestiones que saltan a la vista ante la queja y su respuesta.
Los problemas materiales y las miserias humanas engendran, lamentablemente, conductas que prohijan extorsiones a la gente común. No pueden los directivos del INRH, o de cualquier otra entidad, esperar que algún poblador denuncie el delito. Hay que ajustar los mecanismos de control para que no ocurra.
Es cierto que no hay recursos y que con la crisis circundante tal vez se demoren muchísimo, pero ¿y la capacidad de encontrar alternativas? ¿Y los inventos cubanos que nos han salvado más de una vez? ¿Y la discusión —a camisa quitada— con los sufrientes de cada barrio, para que de la iniciativa y la participación popular nazcan los remedios?...