Acuse de recibo
Comunidad animada: así nominaron el pasado año al batey del antiguo central azucarero Mariana Grajales, en el municipio villaclareño de Cifuentes. Lo cuenta en su carta Isney Javier Ramírez, residente en esa comunidad y estudiante de la Licenciatura en Estudios Socioculturales de la Universidad Central de Las Villas. Al joven le parece una ironía esa clasificación desde una oficina. «En este lugar no se efectúan actividades culturales que motiven a los jóvenes, sostiene. La única son peñas que se intercambian con otros poblados, imposibles de hacer regularmente. Algunos sábados vienen de Sagua y ponen música mecánica sin otras opciones. El batey, apenas con una lámpara de alumbrado público y un círculo social oscuro... Es difícil vivir en un lugar que cuando llega la noche un fin de semana no hay otra cosa que hacer que ver la televisión. Últimamente se nos prometen cosas como una piscina, arreglar los estadios... pero, ¿se hará? ».
Mozart con albañales: Aunque se esgriman explicaciones y argumentos para el problema, se tapen aquí y broten allá, lo cierto es que La Habana está cundida de salideros de aguas albañales. Pero hay vertimientos más notorios, de cierta «categoría», como si quisieran sobresalir en «linaje». Norma Carretero (Calle Quinta número 160, apartamento 14, entre F y G, Vedado) denuncia en su carta el viejo salidero que, frente por frente al Teatro Auditórium Amadeo Roldán, hace de las suyas con cierta frecuencia. Se ha convertido en el epílogo nauseabundo de los conciertos de la Orquesta Sinfónica Nacional. Los empleados de la unidad El Carmelo (enfrente) lo reportan cada vez que irrumpe, y parece que los trabajos que se hacen no van a la raíz, como tantos emplastos en nuestra vida cotidiana. Para colmo, el charco de aguas putrefactas crece con las horas del día, y los autos que pasan raudos por Calzada bien pueden bañarte de inmundicias. Concierto de hediondos desconciertos.
Rehabilitan la confianza: María Esther Salgado, vecina de Avenida de los Mártires 1, Las Estancias, en Amancio, provincia de Las Tunas, quiere reconocer públicamente el desempeño profesional y humano del colectivo de la Sala de Rehabilitación del Hospital Luis Aldana Palomino, de ese municipio. «Un grupo de jóvenes enamorados de sus especialidades —señala— capitaneados por los experimentados doctores Enelvys Pantoja, José Quiñones y Peña, además del técnico Eduardo Mensone y la atenta recepcionista Anita Dávila, hacen de la entrega diaria un sacerdocio cotidiano en beneficio de cuanto paciente requiere del embrujo de la fisioterapia».
¿Quién paga por ello?: La Micro Social ha dejado una estela de chapucerías e irrespetos en el edificio multifamiliar sito en Séptima número 284A40, entre 284 y 294, en Santa Fe, municipio capitalino de Playa; lo atestigua Ana Luisa Lorenzo, residente en el apartamento 11 de ese inmueble. Hace mucho tiempo ellos solicitaban la reparación del techo del edificio, por las numerosas filtraciones que presenta. Al propio tiempo, las tuberías que desaguan las aguas negras hacia la fosa están destruidas por el tiempo y la mala calidad de las mismas, por lo cual se inunda de albañales la planta baja. En la asamblea de rendición de cuentas de la delegada de la circunscripción, en abril de 2008, el representante de la Micro Social se comprometió a que el techo sería reparado. Así se hizo, con material de muy buena calidad (manta), pero con un trabajo pésimo. Según Ana Luisa, en el techo lo que hicieron fue «barbaridades» tales como no raspar el papel viejo. El resultado es que hoy todo el edificio se filtra, la manta está despegada, rota y con faltantes donde se puso el otro material sin raspar el papel viejo. La delegada se reunió con el representante de la Micro Social, y le recordó que la reparación era oficial y estaba aprobada desde 2007. También le refrescó que se habían llevado las tuberías para la solución del problema de albañales, y nunca fueron restituidas. «Resulta muy lamentable ver como recursos tan caros en divisas se echen a perder por indolencia y mal trabajo», comenta la vecina.