Acuse de recibo
Francisco Martín Hernández me escribe desde calle B, Edificio 4, apartamento 2213, entre Primero de Mayo y Primero de Junio, en el Barrio Obrero, del municipio capitalino de San Miguel del Padrón. Y lo hace con la frustración de un grupo de vecinos que vieron malograda la sustitución de televisores que lleva adelante el país, a pesar de que habían sido censados con anterioridad sus viejos equipos, y cumplían con los requisitos. Increíblemente, el día que llegaron los flamantes televisores al barrio, buena parte de los vecinos se quedó con las ganas. No les tocaban. Y cuando averiguaron la razón, sencillamente era que las planillas hechas con anterioridad se habían perdido. Ahora deben aguardar a que se haga de nuevo un censo, y esperar. «Todos sabemos en qué se convierte la palabra “esperar” cuando de mal trabajo se trata», sentencia Francisco. No es la primera vez que sucede, y uno se pregunta hasta cuándo se permitirá tamaña irresponsabilidad, en un programa tan priorizado y serio como lo es el de la sustitución de equipos eléctricos. ¿Qué medidas se toman con quienes extravían esos censos y confinan a los ciudadanos al laberinto de los desesperos y las desesperanzas?
Ausentes las palanganas: Radimir Galán Rodríguez va a ser padre, allá en su hogar en calle Segunda número 271, entre Albear y Santa Catalina, Palatino, municipio capitalino de Cerro. Con el avanzado embarazo de su esposa, él comprende que el Estado no puede quizá subsidiar, en pesos, la totalidad de los artículos de canastilla. Y anda buscando infructuosamente en las tiendas en divisas una palangana, ese objeto tan imprescindible para bañar a un bebé. «Hace poco más de un año, precisa, en cualquier tienda en divisas se podían encontrar palanganas de ese tipo a 5 CUC. Hoy aparecen artículos del mismo material plástico como orinales, cestas, palanganas chicas, pero no la palangana en cuestión». Cuando aparecen, se acaban de inmediato. En grandes tiendas como Carlos III y La Época, le corroboraron que estaban perdidas. Radimir considera que una palangana para bañar a un bebé no es un lujo, sino una necesidad vital. Y debe priorizarse. «Los niños esperan», sentencia finalmente.
Inquietud campesina: Felicia Domínguez escribe en nombre de un grupo de campesinos del valle Santa Elena, en el municipio habanero de Santa Cruz del Norte, que entregaron sus tierras al Estado para colectivizarlas, y se incorporaron a tareas de la Revolución. En aquel momento, señala, «la pensión que nos entregaron era tan justa que, aunque seguimos trabajando, no nos preocupamos por la jubilación, en muchos casos con derecho a ella. Hoy vemos como vuelven a subir las pensiones, que es algo muy bueno y justo. Pero para nosotros, cada vez tienen menos valor las que recibimos».
De vuelta con el vuelto: Tal pareciera que están «extinguiéndose» las monedas fraccionarias y los billetes de bajo valor, por algún interés muy especial. Yanelis Baños Rodríguez me escribe desde calle 94, Edificio 887, apartamento 14, entre 17 y 19, en el reparto Guiteras del municipio capitalino de La Habana del Este: Fue con su esposo a Coppelia, y tomaron un ómnibus P-5, con alcancía. Al no haber cambio, dejaron cinco pesos por el viaje. Al salir, fueron a un Tiro al blanco aledaño, y no pudieron lanzar sus perles, pues no tenían cambio. Fueron hasta el parque El Quijote a comprar dos cucuruchos de maní, y la vendedora tampoco tenía cambio. Se montaron en una ruta 195, esta sí tenía conductor, pero el mismo no tenía cambio, y al final los dejó pasar y no les cobró; pero la mayoría de las veces hay que dejar dinero de más porque no tienen cambio. ¿Y si nadie tiene cambio, entonces dónde uno se agencia el menudo? Más allá de lo sucedido ese día, Yanelis se enfrenta a esta tendencia diariamente. «¿Qué valor tienen las pesetas y los medios, si en ningún lado tienen cambio y lo miran a uno con desprecio», pregunta y agrega: «¿Qué se puede hacer al respecto? ¿Por qué permiten que los conductores cobren el peso y te echen en cara que se reclame el vuelto? Esto es realmente preocupante, porque un día no se ve, pero al mes, para los trabajadores que vivimos lejos y tenemos que coger dos ómnibus diarios para ir y regresar, nos es muy dificultoso», concluye.