Acuse de recibo
Los ciudadanos pierden la confianza en las instituciones cuando se les engaña. Se encomiendan a esta columna como si fuera el muro de las lamentaciones. Y luego, cuando les atienden, tras la revelación pública de su desatendido problema —si lo atienden— ya están exhaustos y desgastados como para agradecer algo.
Sí, exhaustos, y los entiendo. Así debe estar Obdulia Lapinell Montoya, de calle Primera número 4, en la localidad de Julia, provincia de Granma. El 18 de septiembre pasado ella entregó una carta en la sucursal de la Organización Básica Eléctrica (OBE) de Mabay, para alertar que una brigada de esa entidad estuvo trabajando en el poste de su cuadra, y desde entonces su casa está afectada por el bajo voltaje. El refrigerador funciona con mucha dificultad, al punto de que no pueden encenderse los equipos del módulo eléctrico entregados al calor de la Revolución Energética ni el motor del agua, so pena de dañar el «frío».
El día 19 de septiembre, a la mujer le confirmaron que su reporte había sido entregado al responsable. Y casualmente, ese funcionario fue a realizar una gestión en el centro de trabajo de Obdulia. Ella le preguntó si había leído la queja, y «su respuesta fue sin detenerse y por supuesto, sin mirarme; solo un murmullo que pude descifrar: no tenía tiempo».
El 20 de septiembre ella se presentó en la OBE provincial, y allí fue atendida amablemente. Le aseguraron que el carro de Mabay iría a su cuadra. Y, efectivamente: fueron ese día, pero ella no se encontraba en su casa. Cuando llegó del trabajo por la tarde, la situación del voltaje había empeorado.
El 21 llamó temprano en la mañana a la sucursal, y el responsable le respondió que él no tenía tiempo para atenderla por teléfono. Obdulia llamó entonces a la OBE provincial y a la hora estaba el carro de la sucursal en su vivienda.
Pero a pesar de que estuvieron trabajando en el poste, le plantearon a Obdulia que «el problema no tenía solución». Y le dieron explicaciones que no fueron convincentes para ella: que la vivienda estaba recargada de equipos y la electrobomba de agua alterada. Y, por último, el técnico le dijo —y ella dice que es textual—: «Tía, el problema es que usted ahora es la última». Indignada, la señora preguntó por qué la última, si hacía días que lo reportó. Pero no le respondieron por qué. Se fueron y sencillamente: no hay solución.
Aún con todas las gestiones hechas en el municipio, Obdulia sigue sufriendo el anémico voltaje, al igual que otros vecinos. Solo pone a funcionar su refrigerador de 10 de la noche a seis de la mañana, y lo desconecta cuando va para su trabajo.
Ella pregunta, con todo fundamento: «¿Pueden los compañeros de la sucursal eléctrica provocar impunemente un problema como el que me han creado? ¿Quién responde por mis ausencias y llegadas tarde al trabajo, para tratar de darle solución al asunto? ¿Quién responde por los alimentos que se me han echado a perder? ¿Quién responde por todos los malos ratos que he pasado velando mi refrigerador, a veces hasta altas horas de la noche? ¿Cómo es posible que me digan que el caso no tiene solución?».