Acuse de recibo
Hoy dos cartas llegan agrias, con testimonios de consumidores que se consideran engañados.
Efraín Cervantes escribe desde el edificio 1, apartamento 5, Callejas entre Padre Cano y P. Espinosa, en la ciudad avileña de Morón. Él compró un refrigerador Antillano FG 34 VIP en el 2001, al precio de 528 dólares en la tienda El Vaquerito, en esa localidad. Desde entonces, amparado en la garantía, ha tenido que cambiarlo dos veces por desperfectos.
Ahora el tercero, que no llega a los cuatro años, hace cinco meses comenzó a dejar de enfriar en su porción inferior.
Luego acudió a FRIOVENT y a otros especialistas. Le informaron que esos equipos tienen desperfecto de fabricación, pues el conducto del gas está hecho de hierro y no del material adecuado, por lo cual se deteriora y provoca el escape de aquel. En la tienda supo que la mayoría de quienes adquirieron ese modelo sufren la misma tragedia.
Ya su congelador ha hecho crisis. Aparte del dinero gastado, y de la pérdida de la posibilidad de reemplazo en medio de la Revolución Energética, Cervantes se siente engañado, y cuestiona el no haber sido advertido del desperfecto «genético» a la hora de comprarlo.
Similar molestia siente Danay Castañón, de San Gregorio 125, entre Lourdes y Villoldo, Víbora Park, municipio capitalino de Arroyo Naranjo: el pasado 18 de marzo adquirió un ventilador INPUD, modelo Tropical, a 25,75 CUC, en la tienda La Estrella, en Vía Blanca y Durege, municipio de 10 de Octubre.
Con garantía de seis meses, ya en julio el equipo detuvo sus aspas...
Danay se dirigió a uno de los talleres indicados en la garantía, sito en calle 170, entre 51 y 53, La Lisa. Pero le informaron que ese servicio ya no se prestaba allí, sino en Ciclex, en Línea esquina a 18, Vedado. Se personó en ese lugar, le tomaron los datos y le explicaron que el plazo de garantía se detenía hasta solucionarse el problema.
A inicios de septiembre, y sin respuesta, volvió y le dijeron que en la capital no existen talleres que atiendan esos equipos. Los técnicos viajan desde Santa Clara los martes o miércoles de cada semana, pero en esos momentos solo se ocupaban de refrigeradores. Referirían su caso, por si se presentaba la posibilidad de que repararan el ventilador.
El 20 de septiembre, ya cansada de esperar, volvió a Ciclex y le dijeron que los técnicos de Santa Clara debían llegar ese día. Fueron por su casa y realizaron la defectación. Prometieron volver la semana siguiente con la pieza.
El 29 de septiembre, ante la ausencia de los técnicos y la pieza, volvió a Ciclex: ya no quería la reparación, sino la devolución del dinero. Le indicaron que para eso los especialistas debían volver para realizar una carta, que debía firmar el director de la INPUD. Con el documento, Danay podría presentarse en la tienda para la devolución.
El nueve de octubre, cuando escribió a esta sección, Danay seguía esperando. Y preguntaba: «¿Cómo una entidad puede vender productos si luego no cuenta con el personal necesario, capaz de dar solución a las roturas? ¿Cómo los responsables pueden quedarse de brazos cruzados ante las quejas de los clientes? ¿Tendré que esperar al próximo verano para recibir los beneficios del equipo?».