Esta especia, considerada vulnerable, fue avistada gracias a cámaras fijadas en una reserva natural. Autor: La República Publicado: 29/06/2021 | 10:23 am
Un equipo investigativo venezolano dedicados al estudio y conservación del único oso autóctono de Suramérica, el Frontino, también conocido como Jukumari, han descubierto dos cachorros de esta especie en la región andina de Venezuela, país en el que el Tremarctos ornatus se encuentra en peligro de extinción, informan hoy verios medios regionales.
La especie, que también es referenciada como oso andino, gran oso decorado o de anteojos tiene presencia en la Cordillera de los Andes, en las montañas frías de Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia; con posibles avistamientos al norte de Argentina y hasta en el Darién de Panamá.
Uno de los avistamientos se dio en el Área de Conservación Privada - ACP Páramos y Bosques Montanos de la Comunidad Campesina San Juan de Sallique se registró un oso de anteojos (Tremarctos ornatus) gracias a la instalación de cámaras trampa.
Se conoce que el oso andino, oso de anteojos o ukumari, en quechua, es una especie única en el mundo. Sin embargo, enfrenta amenazas para su supervivencia. Por ello, se encuentra categorizada como vulnerable por la lista roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN), detalla el diario La República.
El registro fue producto de la alianza interinstitucional entre las ONG Naturaleza y Cultura Internacional con el apoyo de World Land Trust, en articulación con World Wildlife Fund (WWF), a través del proyecto, Asegurando la sostenibilidad del monitoreo del oso andino y tapir de montaña en los bosques montanos y páramos del norte de Perú, y la participación de guardabosques voluntarios del área de conservación.
Los investigadores que forman parte de la Red de Oso Andino de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), también vinculados a los avistamientos, pertenecen a la Organización No Gubernamental Proyecto Oso Andino Guaramacal, un grupo fundado en 2016, en Boconó, estado Trujillo (al occidente de Venezuela), por Marcos Hidalgo, un ingeniero y docente de Ecología de la Universidad de Los Andes (ULA).