El oso de agua supera a cualquier otra especie terrestre en cuanto a la capacidad de adaptación en ambientes extremos. Autor: Internet Publicado: 21/09/2017 | 05:34 pm
¿Dónde, cuándo y cómo surgió la vida? Parece que estas son las inquietudes universales de la ciencia. Y no es para menos, pues las evidencias hasta ahora encontradas sobre su posible origen todavía arrojan más sombras que luces.
Recientemente un documental titulado Sirius, realizado en Estados Unidos por Amardeep Kaleka y el investigador Steven Creer, develó que un supuesto extraterrestre momificado encontrado hace diez años en el desierto de Atacama, Chile, posee ADN humano.
El pequeño cuerpo de 15 centímetros fue bautizado como Ata, el humanoide de Atacama. Las observaciones iniciales indicaron que la criatura posee dientes duros y tiene una cabeza abultada que presenta una extraña protuberancia en la parte superior. Su cuerpo es escamoso, de tonalidad oscura y su tórax está compuesto por nueve costillas.
Pero ahora su extraño cuerpo fue examinado nuevamente por científicos estadounidenses para intentar determinar su procedencia, y el resultado los dejó aún más intrigados. El ADN de Ata es nada menos que humano.
«Luego de seis meses de estudios de investigadores de la Universidad de Stanford, Estados Unidos, el humanoide de Atacama permanece como un profundo misterio», dijo el investigador Steven Creer, quien desde hace más de 15 años ha presionado al Gobierno estadounidense para que desclasifique documentos que —a su juicio— confirman la presencia de seres venidos del espacio exterior.
«Viajamos a Barcelona a finales de septiembre de 2012 para obtener rayos X detallados, tomografías y muestras genéticas para pruebas en la Universidad de Stanford. Obtuvimos excelente material ADN diseccionando los extremos de dos costillas del humanoide», explicó el experto.
Garry Nolan, director de Biología de células madre en la Escuela de Medicina de la Universidad de Stanford, aseguró que no era algún tipo de primate, como algunos pensaban. «Es más cercano a los humanos que a los chimpancés. Vivió hasta una edad de seis a ocho años. Obviamente respiraba, comía y metabolizaba. Se pone en duda qué tamaño podría haber tenido cuando nació», detalló.
«El ADN nos narra su historia y disponemos de las técnicas informáticas que nos permiten determinar, en muy poco tiempo, si de hecho esto es humano», agregó Nolan, encargado de realizar las pruebas de ADN.
Hipótesis de la panspermia
Si bien algunos plantean que los huesos de Ata podrían corresponderse con los de un feto humano abortado o los de un mono, emerge en torno a la candente polémica la hipótesis de la Panspermia, según la cual la vida existe en todo el Universo y se propaga por medio de planetoides, asteroides y meteoritos. O sea, que la raza humana podría ser extraterrestre y no oriunda de nuestro planeta.
Algunos genetistas estadounidenses sostienen que la vida podría ser más antigua que la Tierra, lo que situaría su origen fuera de esta, e incluso más allá del sistema solar.
Según informó Russia Today, los científicos Alexéi Shárov, del Instituto Nacional Sobre el Envejecimiento, de Baltimore; y Richard Gordon, del Laboratorio Marino de la pieza del Golfo, de Florida, realizan pruebas conjuntas sobre el tema, y ya han arribado a conclusiones. Los investigadores emplearon la denominada Ley de Moor como base teórica de sus análisis, para aplicarla finalmente al desarrollo histórico de la vida.
«Dicha Ley estipula que cada dos años se duplica el número de transistores presentes en un circuito integrado, lo que explica el rápido avance en rendimiento de los microprocesadores modernos», explicó Russia Today.
Partiendo de esta lógica, los científicos estimaron que la complejidad genética de los seres vivos se duplica cada 376 millones de años. Con esta premisa, y teniendo en cuenta el genotipo de todas las especies reconocidas, llegaron a la conclusión de que la vida surgió hace 9 700 millones de años, lo que confirma su existencia antes del proceso de formación de la Tierra hace 4 500 millones de años aproximadamente.
¿Será que la vida tuvo realmente su inicio en cualquier parte del Universo, y luego migró hacia la Tierra en cuerpos que se desplazaron a la deriva por el espacio? ¿Será Ata un ejemplo de ello o estaremos siendo víctimas de una farsa mediática muy bien orquestada? La polémica está servida.
Más «tierras» de lo que se pensaba
La vida en otros planetas ya no tendría que ser una creación hollywoodense. Los descubrimientos de Curiosity en Marte, por ejemplo, sugieren que nuestro vecino más cercano fue habitable alguna vez.
Incluso nuevos modelos científicos sugieren que puede haber más planetas habitables de lo que se pensaba, ampliando el rango de búsqueda.
Los cálculos para determinar si un planeta es habitable o no, y la cantidad de estos, se basaban hasta hace poco en la probabilidad de que tengan agua en la superficie.
Pero un nuevo modelo —según informa la BBC—, presentado el pasado año en el Festival de Ciencia Británico, permite identificar planetas con agua subterránea en estado líquido, que pudo haber llegado ahí a raíz del calentamiento planetario.
Existe un dogma científico que establece que el agua solo puede manifestarse en la superficie en su estado líquido, si el planeta está a la distancia correcta de su sol, o sea, si se encuentra en una zona habitable.
«Tradicionalmente las personas han dicho que si un planeta está en esta zona “ideal” entonces puede tener agua líquida en su superficie y ser un planeta habitable», declaró a la BBC Sean McMahon, un doctor de la Universidad de Aberdeen, participante en el proyecto. Sin embargo, algunos expertos ya muestran su disconformidad ante esta teoría, a la que califican como simple.
En ese sentido los modelos que desarrolla el equipo de Aberdeen intentan escudriñar el cielo en busca de planetas que podrían albergar depósitos subterráneos de agua líquida, que a su vez pudieran servir de soporte para algún tipo de vida extraterrestre.
El profesor John Parnell, de la Universidad de Aberdeen, quien lidera el estudio, afirmó que «existe un hábitat significativo de microorganismos debajo de la superficie de la Tierra, que se extiende por varios kilómetros, por lo que algunos creen que la mayor parte de la vida podría residir en esta biosfera profunda».
Por su parte, Sean McMahon expresó que «si se toma en cuenta la posibilidad de biosferas profundas, habrá problemas para conciliar esa información con la idea de una estrecha zona habitable definida solo por las condiciones en la superficie».
La distancia a la que el planeta se encuentra de su estrella determina la cantidad de calor que recibe. En la medida que este se aleje, el agua en su superficie se congela. No obstante, el agua que subyace en el interior permanecerá líquida si el calor de las capas internas es lo suficientemente alto como para lograr el equilibrio donde se podría sustentar la vida.
Esto hace que sea muy probable que un planeta que esté muy lejos de su estrella, sin recibir apenas calor, posea agua en estado líquido en su interior.
Podero«oso» de agua
Puede vivir sin comida ni agua durante décadas, y resistir temperaturas desde los -273,15 grados centígrados hasta las superiores al punto de ebullición del agua. Está preparado para aguantar presiones mayores que las que se producen en el fondo del océano, y es capaz de tolerar grandes niveles de radiación.
El tardígrado, u oso de agua, como suele llamarse a este microorganismo, supera a cualquier especie terrestre en cuanto a capacidad de adaptación en ambientes extremos. Ello lo covierte en lo más parecido a un extraterrestre, aunque ya ha quedado bien claro su origen en este planeta.
Estudios científicos señalan que, entre otras habilidades, los osos de agua pueden llegar a ser tan resistentes porque cuentan con un mecanismo biológico que les permite reparar su propio ADN dañado y reducir a porcentajes bajos la cantidad de agua en su cuerpo.
Un oso de agua puede llegar a medir entre 0,1 a 1,5 milímetros, y es capaz de vivir en cualquier medio, incluyendo el espacio.
Fueron estas características las que pusieron a los tardígrados en la mira de un proyecto científico que planea enviar ejemplares de esta especie a Fobos, uno de los dos satélites de Marte. Aunque, para suerte de los minúsculos ovíparos, la misión fue aplazada por motivos técnicos.