Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Mario Vega: lento y de poco brazo

Autor:

Mario Martín Martín

Ya sabemos que el béisbol tiene un gran componente de estadísticas para valorar la historia de un pelotero en su vida deportiva. Por ejemplo, si preguntáramos por los mejores jonroneros de nuestras campañas cubanas, entonces no faltarían nombres como Romelio Martínez, Antonio Muñoz, Agustín Marquetti, Pedro José Rodríguez, Orestes Kindelán, Lázaro Junco y otros que harían la lista algo extensa.

Sería bien difícil que existieran omisiones, pues malos numeritos delatarían la injusticia. Lo mismo podría decirse de los mejotes lanzadores e incluso, de los directores más exitosos. Apenas hay espacio para el error. Y es verdad, pero...

Si, ahora mismo, indagáramos con los lectores acerca de los cinco mejores segundas bases defensivos de todos los tiempos en nuestras series nacionales, estoy seguro de que nombres como Félix Isasi, Alfonso Urquiola, Rey Vicente Anglada, Antonio Pacheco y Juan Padilla, entre otros, estarían entre los citados en la inmensa mayoría de las respuestas.

¿Pero saben...?  En esa imaginaria encuesta pocas veces saldría a relucir el camarero de mejores números de cuantos hayan pisado un campo de béisbol   cubano en este siglo: Mario Jorge Vega Rodríguez. ¿Se volvió loco el periodista? A decir verdad, la pregunta debe ser: ¿Se volvieron locos los números?

Y comprendo la sorpresa de los lectores, porque no hay dudas de que Mayito —que así se le conoce entre los aficionados—, tenía las características esenciales para nunca, ¡pero nunca!, ser considerado un segunda base de posibilidades defensivas.

En primer término, el avileño era más bien de desplazamientos lentos, a lo que se unía que su brazo podría considerarse débil. Lo tenía todo para pasar inadvertido como pelotero de clase.

Pero si usted es amante a la lógica del deporte, le pido que busque una explicación en el cuadro estadístico de Benigno Daquinta que acompaña este trabajo, en las que usted sabrá que por cada juego de nueve entradas, sacó más outs, tuvo más asistencias, fabricó más doble play y cometió menos errores que jugadores de la talla de Antonio Pacheco, Félix Isasi, Alfonso Urquiola y Juan Padilla.

Lo anterior desmiente totalmente eso de que «no le llegaba a los batazos que otros hacían fácil», pues, ¿cómo explicar que, a lo largo de toda una carrera deportiva, pueda decir que tuvo mucha más participación que todas esas estrellas? Para más méritos, implantó, entre la Serie 48 y la 50, un récord difícil de igualar para cualquier jugador de cuadro que no sea primera base, pues no cometió errores en 701 entradas, luego de su participación en 546 lances.

Por último, aquí les dejo algunas de las explicaciones que me dio Mayito tras su retiro del deporte activo:

«Por mucho que tratara, nunca iba a contar con un buen brazo ni iba ser veloz en los desplazamientos. A veces, cuando se habla de las “herramientas” de los peloteros, se omiten algunas que son vitales para imponerse. He pasado balance a mi vida como atleta y llegué a la conclusión de que me ayudó el analizar cada juego, tanto antes como después del mismo.

«Estar bien ubicado para cada bateador, me ahorraba pasos para llegarle a muchas conexiones. Y estar donde hay que estar no se logra con tratar de adivinar por dónde saldrá la conexión, sino tras saber las características del rival en turno, además de la velocidad del corredor y el sistema de pitcheo de tu lanzador. Hoy en día, a pesar de la sabermetría, es increíble cómo los jugadores de cuadro en ocasiones aparecen en el mismo lugar durante todo el juego. ¡Cuántos hits regalan al contrario!

«La explicación que les doy es que, desde bien pequeño, cuando mi padre me entrenaba, no solo trataba de capturar la bola, sino de deshacerme de ella lo más rápido posible. Veía mucha pelota por televisión y trataba de imitar a los que la soltaban con prontitud, tanto para completar como para iniciar el doble play».

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