La reanudación del Torneo de Candidatos 2020-2021, interrumpido durante el confinamiento, representó grandes desafíos logísticos y organizativos. Autor: @FIDE_Chess/X Publicado: 08/06/2024 | 07:52 pm
Para abordar la arista multifacética del ajedrez, la deportiva, y también la histórica, organizativa y pedagógica, ha sido creada la sección Jaque perpetuo. Como un rey que se desplaza de manera continua por el tablero, abordaremos las cuestiones más controversiales del mundo de las 64 casillas, aportando cada mes las evidencias informativas, estadísticas e historiográficas que correspondan.
Ya que la práctica del ajedrez ha ocupado el tiempo de ocio de millones de individuos a lo largo de centenares de años, indagaremos en su contribución al imaginario cultural e intelectual del hombre moderno. Exaltaremos el carácter competitivo de los trebejos, sin desconocer el vínculo del juego ciencia con acontecimientos históricos, editoriales, académicos, escenográficos, geopolíticos y cinematográficos que han merecido la atención mundial.
Más que saldar puntuales carencias informativas, la sección está destinada a un público ávido en saberes, para los que el ajedrez es un leitmotiv de buena parte de la actividad intelectual, social y creativa de los hombres en la época contemporánea.
Voluntades en competencia
Desde que los mejores maestros de la época disputaron un torneo en paralelo a la Exposición Universal de Londres 1851, el juego ciencia arribó a su etapa moderna en la que se consolidaron prácticas ya inseparables del ajedrez competitivo como la notación de las partidas, la asignación individual de tiempo de reflexión, los pareos de competencia y los sistemas de desempate. A los grandes hitos del ajedrez moderno durante su período fundacional —la disputa de los campeonatos del mundo (1886), la creación de la Federación Internacional de Ajedrez (1924) y la celebración bienal de las olimpiadas mundiales de ajedrez (1927)—, se han sumado en décadas recientes al movimiento ajedrecístico mundial otras modalidades y categorías, como los campeonatos mundiales femeninos, los certámenes universales para jugadores junior (juveniles) y senior (veteranos), el ajedrez blitz o relámpago, los torneos zonales y continentales, y las Olimpiadas online.
Si bien los atletas han sido el centro del acontecimiento deportivo, en la actualidad resulta cada vez más visible el rol decisivo de otros actores del ámbito de los trebejos: árbitros, entrenadores, organizadores, comisionados, patrocinadores… Dadas las actuales condiciones materiales y organizativas que han impactado el mundo ajedrecístico, se ha consolidado el rol de los artífices de las competencias que integran el calendario anual competitivo. Desde garantizar las condiciones logísticas básicas, concebir recompensas individuales atractivas, y propiciar las condiciones equitativas para todos los competidores; el desempeño óptimo de los gestores de un certamen ajedrecístico va adquiriendo mayor importancia en el actual contexto deportivo y socioeconómico.
Si bien el universo ajedrecístico tiene bien definidas las «estrellas» de la disciplina —que conforman una cohorte de jugadores, entrenadores, streamers, capitanes de selecciones olímpicas y creadores de circuitos competitivos—, la actual infraestructura del juego ciencia clama por una mayor transparencia, un protagonismo mayor de las federaciones en ascenso y un acceso pleno de las jóvenes figuras a los torneos de primer nivel.
A la defensa del talento en ciernes
Desde que Bobby Fischer alcanzara en 1958 en el interzonal de Portoroz, Yugoslavia, el título de Gran Maestro y la condición de Candidato a la corona mundial, se ha vuelto cada vez más frecuente la aparición de bisoños prodigios en la escena ajedrecística. Si bien la condición de «Mozart del Ajedrez» le había sido conferida a otros notables competidores —Paul Morphy, José Raúl Capablanca, Samuel Reshevsky—, la entrada triunfante del genial neoyorquino al ámbito competitivo de la época marcada por la hegemonía de la escuela soviética, contribuyó al respaldo y visibilidad de los jóvenes que posteriormente han dado el salto a la élite ajedrecística.
Sin dudas el camino establecido para aproximarse a la consagración en los trebejos está condicionado por múltiples elementos, tales como la ganancia de puntos en el ranking mundial—que actualiza la FIDE desde 1970 según el algoritmo ELO—, la adquisición de normas internacionales y la conformación de un palmarés competitivo. No obstante, los entrenadores de mayor prestigio no restringen la dinámica de desarrollo de sus pupilos a estrictos resultados deportivos. Por lo que, tanto como una medalla individual o el incremento del coeficiente ELO, se trabaja con los jóvenes atletas en enriquecer el repertorio de las aperturas, dominar la técnica de los finales básicos, explotar las potencialidades estratégicas del medio juego, optimizar el cálculo de variantes, y lidiar con la presión sicológica y el estrés competitivo.
En la actualidad, los jóvenes prodigios tienen un peso cada vez más apreciable dentro de la élite del juego ciencia, y en lo que va de siglo han perpetuado hazañas insólitas como la adquisición del título de Gran Maestro por Serguey Karjakin en 2004 con 13 años, el primer lugar del ranking de la FIDE obtenido en 2009 por Magnus Carlsen a los 18 años, la obtención en 2010 del título de Campeona Mundial por Hou Yifan con 16, la conquista del oro en el Campeonato Mundial de Partidas Rápidas 2022 por Nodirbek Abdusattorov con 17, y el reciente triunfo de Dommaraju Gukesh con similar edad en el Torneo de Candidatos 2024. Provenientes de las nuevas potencias del ámbito ajedrecístico —India, China, Uzbekistán—, las jóvenes estrellas del tablero marcarán hitos competitivos perdurables para las futuras generaciones.
Un tablero en expansión
Si algo ha distinguido al ajedrez moderno es la infinidad de sistemas de competencias —torneos abiertos o suizos, formatos eliminatorios, grupos cerrados—, que conviven y se entrecruzan con las cadencias de juego reconocidas por la FIDE: la clásica o standard, la rápida y la blitz. Aunque los trebejos han mantenido reglas inmutables a lo largo de centurias, cada vez ha cobrado más auge la práctica de variantes que trastocan la dinámica de juego del ajedrez convencional. Desde el sorteo de la posición inicial de las piezas —el Fischer Random o Ajedrez 960—, el comienzo de la partida desde una posición prestablecida en la que existe igualdad de oportunidades para ambos bandos —el ajedrez neoclásico, la variante Casablanca—, o la prohibición del movimiento especial del enroque para generar dinámicas de juego más combativas y desequilibrantes; se han registrado múltiples propuestas competitivas para incentivar la creatividad y la lucha estratégica en torno al tablero.
Durante el período del confinamiento —que impactó particularmente al ámbito deportivo—, se generó la explosión del universo digital dentro de la comunidad ajedrecística. Gracias a la expansión planetaria de las plataformas de juego en línea —Lichess, Arena, Chess.com—, al impacto de los streamers y comentadores profesionales que cubren la transmisión en vivo por internet de torneos ajedrecísticos al máximo nivel, y al éxito inusitado de la miniserie Gambito de Dama, se ha consolidado el auge de los trebejos virtuales que ha sido acompañado de patrocinios cada vez más firmes para los maestros titulados que contienden por los premios en los torneos online; y del reconocimiento por parte de la FIDE de la modalidad híbrida.
Ante jugadas desafiantes
A medida que el ajedrez competitivo adquiere un espacio cada vez más establecido dentro de los deportes mentales, ha crecido exponencialmente la posibilidad de incurrir en el llamado dopaje electrónico. Dada la fuerza de cálculo y de evaluación de los módulos ajedrecísticos, se han registrado lamentables incidentes en los que un puñado de tramposos han echado mano de la inteligencia artificial para obtener una ventaja inmerecida ante el tablero.
Si bien son plausibles las medidas antitrampas instrumentalizadas por la FIDE, la intromisión de la tecnología en la práctica del juego limpio ha generado infinidad de malestares y sospechas a todos los niveles del ajedrez competitivo. Más que incitar comportamientos paranoicos —como el que desató el sonado affaire Niemmann—, les corresponde a los árbitros y organizadores propiciar un ambiente competitivo en el que predomine la recompensa del talento y la práctica del fair-play entre jugadores.
Con la perdurabilidad de esta sección pondremos en evidencia cuánto el juego ciencia aporta a nuestras vidas, por su sugestión polisémica, su evolución competitiva y los saberes que integra su maestría deportiva. Verdadera síntesis de la mundialización cultural del planeta, el ajedrez continúa seduciendo a vastas comunidades humanas por encima de los algoritmos y fraudes que no minimizan su connotación deportiva, intelectual y simbólica.