Juan Eliezer recorre las calles de San Salvador a bordo de un auto rentado recogiendo pasajeros en donde sea que lo mande Uber. Este es su trabajo a tiempo completo desde hace seis meses. Antes tenía un auto propio del que debió deshacerse porque resultaba demasiado caro mantenerlo rodando.
Tiene 22 años y sus padres son dueños de una tienda de antigüedades en la que ganan lo justo para mantenerse a flote. Al verse en esa situación, él decidió que no iba a recostarse de ellos y buscarse la vida a su forma. Dice que tiene dos hermanos más —uno mayor y otro menor que él— y que para él trabajar no es problema si eso significa que la familia puede ayudarlos a ambos con sus estudios y garantizarles mejores opciones de futuro.
Él también quiere estudiar. Aspira a entrar en la universidad en alguna carrera vinculada con los campos de la Farmacia o la Química, pero aún no se decide. De momento aspira a seguir ahorrando para pagarse los estudios y también conseguir un auto propio que le permita transportarse y quien sabe si continuar ganando algo de dinero para garantizar un mínimo de independencia económica.
Desde hace medio año el muchacho está al servicio de la empresa de tecnología, la cual funciona como mediadora entre conductores privados y personas que necesitan moverse del punto A al B dentro de prácticamente cualquier ciudad del mundo. En El Salvador esta modalidad de taxis es ilegal, aunque lo cierto es que funciona tan bien como si no lo fuera.
Hay mucha gente en la misma situación de Juan Eliezer. Son en su mayoría personas que usan Uber como una forma temporal de generar ingresos a pesar de que ello pueda significar la pérdida de las placas (licencia) si la policía los detiene.
No obstante, hay casos como el de Bryan Daniel, quien de sus cinco años como taxista ya lleva dos en esta popular aplicación. Para él se trata de una opción más simple y que vale la pena el riesgo, aunque eso haya significado el rechazo de una parte del gremio.
Viajar mediante plataformas como esta garantiza, además de precios más económicos para los usuarios, que los porteadores de toda la vida se molesten con sus pares «2.0». Los precios más baratos hacen que los taxistas «amarillos» hayan lanzado quejas de todo tipo en contra de esta modalidad. Por su parte, los choferes de Uber exigen pagos mínimos un poco más elevados. De momento, se legisla para darle una solución que contente a todos. Mientras, Uber sigue moviendo a la gente de San Salvador.