Teatro, lo tuyo es puro teatro, falsedad bien ensayada, estudiado simulacro.
La Lupe
El más grande de los eventos futboleros del planeta se celebra cada cuatro años y los hinchas de todas partes no esperan menos que se les ofrezca un espectáculo constante. Durante las semanas que dura esta magnífica competición, la bacanal del balompié promete goles, recortes, chilenas, taconazos, roulettes, atajadas, cruces milagrosos, entradas duras y quites elegantes. Sin embargo, desde hace mucho tiempo el show también tiene otro ingrediente extra.
Si existiera realmente la sinceridad, en el currículum de cualquier futbolista (hombre, que quede claro), podría leerse perfectamente lo siguiente: «Fulano se formó en las inferiores de tal club, luego fichó por este o aquel equipo, marcó no-sé-cuántos goles, regaló X asistencias, regateó a Y rivales, dejó Z porterías en cero, recuperó «tropecientos» balones, firmó contratos de patrocinio con una docena de marcas de renombre y, además, completó su formación profesional con un posgrado de actuación en el Actors Studio de Nueva York».
Desde hace décadas, además de aprender a disparar, hacer controles orientados y cortar un balón filtrado entre líneas, los atletas del más universal de los deportes también saben actuar como el mejor de Hollywood (o Bollywood, que allá también le saben). Ya las faltas no son solo jugadas antirreglamentarias que detienen el ritmo normal del partido, sino pies forzados para que estos muchachotes, dueños de abultadas cuentas bancarias, demuestren sus dotes histriónicas.
Con Brasil, no alcanzan los galardones del Festival de Cannes para premiar los papeles de víctima en que se meten sus jugadores cada vez que, con más o menos rudeza, un rival los golpea. Los del Gigante Sudamericano, acostumbrados a ver telenovelas noche y día, tienen formado un elenco que bien pudiera protagonizar la próxima serie de ficción de Netflix.
Un buen ejemplo es el de Neymar, quien pega tales gritos al menor contacto, que cualquiera pensaría que el «10» acaba de ser disparado con una escopeta de cartucho (doble) en la rótula. Sin embargo, justo después del brusco trance uno lo ve ponerse de pie, todo risas, y entiende la realidad: el tipo solo estaba metido en el personaje.
Y la tendencia se extiende más allá de las fronteras brasileñas. La globalización de las novelas producidas por O Globo ha llegado tan lejos que lo mismo en Marruecos, España, Suiza, Uruguay, Estados Unidos que Corea del Sur, le han salido serios competidores a superestrellas mundiales del celuloide como Leo DiCaprio o Will Smith.
Esta tendencia es tan fuerte e indetenible, que Gianni Infantino, presidente de la FIFA, debería considerar seriamente que, para el siguiente mundial, además del Balón, la Bota y los Guantes de Oro, se entregue un galardón que reconozca el trabajo del participante que más veces haya conseguido engañar a los árbitros con sus mañas histriónicas. Al fin y al cabo, en eso también hay algo de mérito.
Resultados del martes:
Marruecos 0 (3)-España 0 (0)
Portugal 6-Suiza 1 (G. Ramos 17’ 51’ 67’, Pepe 33’, Guerreiro 55’ y Leão 90+2’ / Akanji 57’)