El binomio cubano consiguió el tan anhelado título. Autor: Roberto Morejón Rodríguez/AIN Publicado: 03/08/2021 | 09:08 pm
TOKIO. ― En unos de esos días en que Serguey Torres había visto más lejos que de costumbre la meta, Fernando Dayán le dijo: «tú te vas a retirar como campeón olímpico».
Pasaron años y regatas, y tiempos buenos y otros no tanto, y ambos seguían empujando un sueño y empujándose uno al otro para seguir siendo un tándem lo más perfecto posible en las competencias.
Así llegaron a este 3 de agosto, cuando una Isla entera sacó sus paletas emocionales al otro lado del Pacífico para echar su suerte con estos muchachos, que respondieron con el primer oro de un bote cubano en la historia del canotaje olímpico.
«Ya cumplí con Serguey», recordó poco después de la proeza el más joven de ambos. «Para los que no confiaban en nosotros, aquí estamos, hechos campeones», añadió; «estoy en un sueño», completó el otro, y seguían abrazados.
Sobre la prueba, comentaron que se habían planteado hacer su regata, igual que siempre, como la habían planificado. «Tuvimos una muy buena preparación en Polonia, sabíamos que éramos fuertes en la segunda mitad y teníamos claro cuándo debíamos atacar, aunque una prueba nunca se parece a otra».
En los momentos más difíciles siempre han dado paletadas parejo. Fernando no quiere imaginar cómo será cuando su compañero decida retirarse: «Nunca me ha dejado perder la cabeza, por muy dura que sean las pruebas de la vida y el deporte».
«Y de ti he aprendido a no dejarme vencer tampoco. Me has hecho superarme, cuando he aflojado las manos de la paleta, me has dicho: levanta ese ánimo, tú puedes…», ripostó Serguey.
Van cinco años juntos, con los ojos puestos en el mismo destino. Al levantarse se dijeron: «llegó el gran día», y salieron más dispuestos que nunca a demostrar de qué estaban hechos sus músculos y su mente.
«Serguey, olvídate del mundo. Todos los rivales son fuertes, pero si Serguey compite contra Serguey no hay quién nos gane». Esa era la táctica según Fernando Dayán, el muchacho que siguió las huellas de su padre, y llegó, como los buenos hijos, más lejos.
«Esta medalla es para nuestras familias, para Cuba, y también se la dedicamos a quienes consiguieron las tres platas que abrieron la senda olímpica cubana en el canotaje», comentaron ambos.
Serguey acaricia su presea mientras habla. «Dije que me iba a retirar después de Tokio, pero ahora mismo no tengo cabeza para pensar en eso. Quiero disfrutar esto (y levanta su medalla)». Fernando ni lo mira, no quiere que su amigo vea las lágrimas que le nacen de lo hondo del canal de las emociones cuando se toca el tema de la posible despedida.
Una última paletada en este diálogo dejó claro que ambos han conquistado ahora una nueva novia.
—¿Qué harán con sus medallas?
—Voy a dormir con ella, responde rápido el más joven.
—Y yo la pondré en lo alto, junto a la luz, para verla todo el tiempo