Los jóvenes siguen demostrando que el béisbol es el deporte nacional de Cuba. Autor: Aslam Castellón Publicado: 03/12/2019 | 10:06 pm
Desde que el béisbol comenzó a dar sus primeros pasos en Cuba en el siglo XIX, siempre se vinculó estrechamente con la cultura. Desde los primeros juegos que se celebraban en el Palmar de Junco, eran amenizados por la orquesta de Miguel Failde, creador de nuestro baile nacional, el danzón. Dicha orquesta, integrada en su mayoría por músicos matanceros, acompañaba a los equipos yumurinos cuando estos venían a jugar a La Habana. Y orquestas habaneras como la de Raimundo Valenzuela también realizaban idénticos viajes a La Atenas de Cuba y otras ciudades donde jugaban los clubes de la capital.
Los dos elementos identitarios por excelencia de Cuba sin dudas son la música y el béisbol. Ambos han caminado de la mano a través de la historia del país. Las populares congas se hacen infaltables en la atmósfera que rodea un estadio cubano, desde la icónica corneta china de los santiagueros hasta la legendaria comparsa habanera del alacrán. Además de que en ocasiones los partidos han sido amenizados por las mejores orquestas del país, desde la orquesta de Miguel Failde hasta los Van Van. Otros destacadísimos exponentes de la música cubana como Miguel Matamoros, Enrique Jorrín y la Orquesta Aragón dedicaron sus tonadas a este deporte, equipo o a una figura en específico.
La pelota ha formado parte también de otras manifestaciones de la cultura cubana. Por ejemplo, en nuestra cinematografía podemos encontrar dos largometrajes dedicados a esta temática, estas son Honor y gloria, con guion de Eladio Secades y dirigida por Ramón Peón y En tres y dos, además de una amplia obra en la documentalística. Nuestra pasión nacional también ha encontrado espacio en las artes plásticas, con el ejemplo del pintor Reynerio Tamayo, el cual ha dedicado parte sustantiva de su obra a este deporte.
En la literatura importantes creadores han dedicado algunas de sus obras al béisbol como son los casos de Nicolás Guillén, Alejo Carpentier, Eliseo Diego, José Lezama Lima, Roberto Fernández Retamar, Leonardo Padura, Norberto Codina, Ulises Rodríguez Febles, entre otros.
Otras personalidades de todas las ramas de la sociedad cubana, también han sido defensores del béisbol. Podemos citar a Bonifacio Byrne, quien tenía un semanario dedicado a la pelota llamado El Bat. El poeta Julián del Casal era un aficionado apasionado del béisbol. Carlos J. Finlay defendió la práctica de este deporte ante los que argumentaban que no era acorde con nuestro clima, actitud que compartió con Enrique José Varona. Wenceslao Gálvez, autor de la primera historia del béisbol cubano y expelotero, llegó a ser Magistrado del Tribunal Supremo. José Martí Zayas-Bazán, hijo de nuestro Héroe Nacional, aparece jugando como torpedero en un encuentro contra el Casino de Camagüey.
Patria y béisbol
No pocos fueron los peloteros que contribuyeron a nuestros procesos independentistas y a esa forja de la nacionalidad y cultura cubanas que conocemos hoy. Los pioneros del béisbol en el siglo XIX eran en su mayoría jóvenes procedentes de familias acomodadas o de la clase media de aquella época. Estratos sociales que fueron de suma importancia en las luchas contra el colonialismo español. Varios fueron los casos de peloteros que cambiaron la acción de empuñar un bate por el machete en la manigua defendiendo esos valores propios de la emergente nacionalidad cubana.
Algunos de esos próceres beisboleros fueron Carlos Maciá, que llegó a obtener el grado de coronel y Ricardo Cabaleiro, quien combatió bajo las órdenes del General Antonio Maceo. Emilio Sabourín, de quien Juan Gualberto Gómez dijo que tenía tres grandes amores en su vida, su familia, su patria y el béisbol, fue detenido por sus actividades conspirativas y fue enviado a Ceuta donde falleció. Otros beisbolistas destacados que participaron en la Guerra Necesaria fueron José Manuel Pastoriza, Alfredo Arango, los hermanos matanceros José Dolores y Manuel Amieva y los cienfuegueros Carlos y Ubaldo Alomá Ciarlos.
Quizá su rápida expansión se deba a que se convirtió en un símbolo de franca oposición a la dominación e injerencia extranjera sobre el país. A inicios del siglo XX se experimentó un nuevo auge de popularidad del deporte en el contexto social que vivió la naciente república, marcado por la impronta neocolonial de Estados Unidos. La pelota fue una manera de desquitarse de ese agravio, como lo escribió el intelectual José Sixto de Sola en su artículo El deporte como factor patriótico y sociológico (1914), y pocas cosas lo evidenciaron mejor que los momentos en que algunos equipos pertenecientes a las Grandes Ligas visitaron el país como parte de su pretemporada. Estos conjuntos traían a varios de los que eran considerados los mejores peloteros del mundo y la afición cubana veía como sus jugadores, en su mayoría negros y mulatos humildes como José de la Caridad Méndez y Cristóbal Torriente, eran capaces de enfrentarlos con hidalguía y derrotarlos en más de una ocasión.
Ya en la etapa revolucionaria el béisbol se constituyó en un embajador cubano ante el mundo y una de las principales formas de romper el bloqueo impuesto por Estados Unidos. La presencia del equipo cubano en las series mundiales de béisbol amateur que se celebraban en América Latina, se convertían en demostraciones de apoyo a la Revolución, como sucedió en República Dominicana en 1969 y muchas de las personas que allí se congregaban asistían a los encuentros para demostrar su apoyo a nuestra causa.
Importancia de Cuba en el béisbol organizado
El aporte de Cuba al crecimiento, expansión, divulgación y desarrollo del béisbol desde los albores de este deporte ha sido de vital importancia. El caso más claro de un pionero cubano en el béisbol internacional en esos primeros años fue el de Esteban Bellán, considerado como el primer jugador extranjero en participar en lo que se supone un antecedente de las Grandes Ligas. Este pelotero además participó en el mítico partido celebrado en el terreno de Palmar de Junco en diciembre de 1874 y dirigió al equipo Habana en el primer campeonato oficial de béisbol en 1878.
En los inicios de lo que hoy se conoce como Grandes Ligas, tres jugadores cubanos constan como los primeros jugadores latinoamericanos en participar en dicho torneo. Estos son Chick Pedroes en 1902 con los Chicago Cubs y Armando Marsans y Rafael Almeida con los Cincinnati Reds en 1911. Estos jugadores cubanos abrieron la puerta para que decenas de peloteros nacidos en la Isla brillaran en los terrenos de la nación norteña a través de los años, cuatro de los cuales fueron exaltados al Salón de la Fama de Cooperstown, estos son José de la Caridad Méndez, Cristóbal Torriente, Martín Dihigo y Atanasio «Tany» Pérez.
Otro hecho a destacar fue la participación de jugadores negros norteamericanos en la pelota profesional cubana y la doble influencia en ambos sentidos.
El escritor norteamericano Peter C. Bjarkman afirmó en una de sus obras que los cubanos son los apóstoles del béisbol. Esto se debe a que fueron peloteros y emigrados revolucionarios de la Mayor de las Antillas los que llevaron esta práctica a varios países del Caribe y Sudamérica (México, República Dominicana, Puerto Rico, Venezuela), donde su disciplina se ha desarrollado tanto que hoy es considerado como deporte nacional de la mayoría de estas naciones.
El punto culminante de la anterior afirmación fue la creación de la Serie del Caribe en 1949, cuyo origen ocurrió en una serie de reuniones celebradas un año antes en nuestro país. Cuba dominó ampliamente estos eventos en su primera etapa (1949-1960), pero a principios de la década de los 60, a causa de la política hostil de Estados Unidos hacia la Revolución Cubana, la ausencia de nuestro país liquidó dicha serie por varios años. Estas se reanudaron en 1970 sin el brío de las primeras. En los últimos años, a partir de 2014, nuevamente la presencia de Cuba como país invitado ha dado un espaldarazo a este evento.
Desde el propio año 1959, la joven Revolución dio su apoyo al béisbol cubano e incluso ese propio año Fidel Castro, durante su primera visita a Estados Unidos, expresó el deseo de que la franquicia de los Cuban Sugar Kings siguiera teniendo su sede en La Habana. La política cada vez más agresiva de la potencia del norte echó por tierra estos propósitos y trató de rebajar el torneo invernal de pelota profesional prohibiendo a sus jugadores participar en él.
El béisbol cubano tiene ya más de 150 años de una rica y nutrida historia, que es paralela al proceso de luchas del pueblo cubano en la búsqueda de su expresión como nación. Venero de innumerables acontecimientos y legado de miles de personas que dedicaron sus vidas a engrandecerlo con su práctica o con su afición sin límites, la declaración del béisbol como Patrimonio Cultural de la nación cubana es un acto de justicia histórica y un hecho de enorme trascendenia para la preservación de su memoria y de sus valores intangibles en el inagotable universo de la cultura.