Andrea Cipressa: No es bueno «telecomandar» al atleta

«Venir a Cuba siempre es un placer», afirma el italiano Andrea Cipressa, entrenador principal del equipo italiano y cuyas ragazze comandan el ranking mundial de florete.

Aquí tiene muchos amigos. Y no olvida sus tiempos de atleta cuando tenía como contrincante a los estelares Elvis Gregory, Rolando Tucker, Tulio Díaz, Hermenegildo García y Oscar García...En honor a esos tiempos y al prestigio de la esgrima cubana, siempre asiste con su equipo completo a las Copas del Mundo Villa de La Habana.

En el Grand Prix de florete, concluido el pasado domingo, no fue la excepción. Esta vez coronó a su discípula Elisa Di Francisca —tercera del ranking y doble medallista olímpica de Londres 2012— y condujo hacia la medalla de bronce al joven Daniele Garozzo, quien a sus 22 años se ubica en el puesto 30 del mundo.

Entre combate y combate, Cipressa accedió a conversar con Juventud Rebelde, a través de la joven traductora Enelis Núñez Amaro.

-¿Cuál el es el sistema de entrenamiento de la selección italiana? ¿Hay algún secreto?

-No hay secreto. El éxito del equipo italiano no es un problema de entrenamiento. Nuestra federación invierte mucho dinero en la formación de los atletas desde edades tempranas. Para tener grandes campeones como son Vezzali, Baldini, Cassara, Errigo… hay que pensar en el relevo. Por cada atleta que sale hay otros para sustituirlos.

«Es difícil que los atletas que asistan a Río de Janeiro 2016 sean los mismos que vayan a Tokio, por eso hay que trabajar con los jóvenes.

«Volviendo a tu pregunta, el problema es de dinero. Si se cree en el proyecto, aparece. Si un país cree en el deporte, invierte en este. No solo por tener campeones, sino por el desarrollo de la disciplina.

—¿Cómo llevas el trabajo con los talentos?

—No siempre avanzan los más talentosos. La experiencia me dice que llegan más lejos aquellos que entrenan y se esfuerzan más. Vale más la voluntad que el talento.

—Me he fijado que cuando está en la silla de competencia habla poco…

—El combate se prepara mucho antes, en los entrenamientos. Quienes compiten aquí son campeones. No es bueno telecomandar a un atleta. Durante el combate solo doy orientaciones precisas. Siempre les oriento lo que deben hacer, nunca les hablo de lo mal hecho.

—Usted comentó que le gustaría que la esgrima cubana retornara a su tiempo dorado…

—Sí, me gustaría que volvieran esos tiempos de Tucker, Gregory… Los cubanos eran «bravos» en las pistas y fuera de ellas. Terminando la última estocada, nos dábamos la mano a modo de saludo. Eso tiene nuestro deporte: estrechar la mano no es un simple gesto de cortesía, sino algo sustancial.

Significa: ¡Bravo te he ganado, pero seguimos tan amigos! Con los cubanos pasaba eso, peleábamos fuerte y, luego, con el mismo entusiasmo nos íbamos de fiesta.

—A su juicio, ¿qué le falta a la esgrima cubana para retornar a esos tiempos?

—No lo sé, porque no soy su entrenador. Sus atletas tienen condiciones. Son fuertes físicamente, de buena complexión, con voluntad y deseos de ganar, pero noto que falta técnica y experiencia internacional. A Cuba ya no se le ve en los campeonatos y copas del mundo. Para tener resultados hay que competir.

Esbozando una sonrisa Cipressa se excusa, pues debe seguir a sus competidores. A lo largo de la competencia van quedando el ruso Alexey Chereminisov, líder del ranking mundial; el francés Enzo Lefort (número 3), el estadounidense Gerek Meinhardt (5) y los italianos no son la excepción con Andrea Cassara (8), Giorgo Avola (12), Valerio Aspromonte (26), Andrea Baldini (27)…

Mientras transcurren los asaltos, se le ve tenso en la silla. Finalmente llegan al podio el ruso Rigin Dmitry, quien se coronó por segunda vez consecutiva en La Habana. Le escoltan el estadounidense Race Imboden y los medallistas de bronce Alex Massialas (Estados Unidos) y Daniel Garozzo (Italia). ¡Otra estocada para Cipressa!