Jugadores del conjunto santiaguero. Autor: Juan Moreno Publicado: 21/09/2017 | 05:41 pm
Me equivoqué olímpicamente. Y lo reconozco ahora en público no porque haya sido la primera vez —muchos saben que no—, pero este error me escuece el alma, me recorre el cuerpo del calcañal al pelo, y en cierto modo, hasta me paraliza. Pobre de los que como yo creyeron que los problemas de disciplina que desde hace rato vienen corroyendo al béisbol cubano se podían corregir con un llamado de atención a jugadores y managers. Que el compromiso de los directivos, que la responsabilidad asumida por las autoridades, serían suficientes para cortar por lo sano un mal en extremo peligroso.
Hace apenas una semana utilicé la palabra «guerra» para ilustrar el fenómeno de los pelotazos, y hubo hasta quienes vieron en el calificativo algo de exageración. Lo siento, pero también se equivocaron, porque el conato visto el pasado lunes sobre el diamante del yumurino Victoria de Girón no terminó en una batalla campal de puro milagro.
Poco duró aquella tranquilidad que llevaba implícita la llamada a nuestra redacción después que el reiterativo desencuentro entre Vladimir García y Ramón Lunar hiciera saltar —una vez más—, las alarmas que muchos no tuvieron la capacidad de ver y otros prefirieron no apreciar.
¿Por qué un llamado general a la cordura no podía funcionar como muro de contención? Simplemente —y con esto no descubro el agua tibia— porque la anarquía rampante que se observa en nuestros terrenos es el resultado de una política inconsistente y paternalista, deformadora, incubada en la Dirección Nacional de Béisbol (DNB).
Por cuestiones de espacio, solo me voy a referir a un ejemplo. Desde octubre de 2009 quedó firmada por el presidente del Inder la Resolución No. 66 que aprobaba y ponía en vigor el Reglamento Disciplinario para los Alumnos-Atletas vinculados al Sistema Deportivo Nacional. En su Capítulo II, y específicamente en el Artículo 3, quedaron definidas un total de 28 situaciones que constituían violaciones generales de la disciplina, todas merecedoras de sanciones. Y una de ellas es: «Faltar el respeto o agredir moralmente a directivos, entrenadores, atletas, árbitros, personal de apoyo o público asistente a eventos deportivos u otros de carácter oficial en que participe».
¿Cuántas veces ha sucedido esto en nuestras series nacionales con total y escandalizante impunidad? ¿Por qué muchas veces las sanciones —si es que fueron dictadas— han sido inversamente proporcionales a la jerarquía del infractor? ¿En cuántas ocasiones se ha pensado más en la trayectoria de algún implicado, que en el daño presente y futuro que puede hacer a nuestro deporte una medida a destiempo o superficial? ¿Por qué se ha volteado tantas veces la vista en espera de que baje la marea y otras emociones opaquen los sinsabores?
Evidentemente, en cuestión de paños tibios, las autoridades del béisbol cubano se han pasado tres cuadras. Desatender lo dispuesto ha sido el mayor de sus pecados y recuperar el respeto de todos es ahora su urgencia más perentoria.
Al ponerle punto final a estas líneas, se esperaba por las medidas disciplinarias. Ninguna de ellas podrá maquillar los desaciertos cometidos, pero en ellas, primeramente en ellas, descansa cualquier esperanza de que nuestra pelota recupere el rumbo que unos pocos irresponsables se han empeñado en torcer.
Lo que viene
Las recientes reacciones de los equipos de Santiago de Cuba e Isla de la Juventud han puesto picante el segundo tramo de la campaña beisbolera, que a partir de hoy vuelve a tener acciones en cuatro parques del país.
Los líderes matanceros tomaron la carretera para presentarse en los predios holguineros, mientras que los Industriales intentarán recuperarse de la barrida sufrida en la anterior subserie en la visita al cuartel general de Pinar del Río.
Mientras, los vigentes monarcas de Villa Clara recibirán en su Augusto César Sandino a los Cazadores artemiseños, y los Piratas pineros regresan a su puerto madre en Nueva Gerona con deseos de «emboscar» a las resurgidas Avispas santiagueras.
Adiós «Chiqui»
Lamentablemente, el destacado ex lanzador José Modesto Darcourt falleció este martes en la capital, víctima de un cáncer de colon.
El serpentinero zurdo, conocido en el ambiente beisbolero como «el Chiqui», nació el 26 de noviembre de 1958 en la capital y debutó en la XVI Serie Nacional con el equipo Constructores.
Luego se convirtió en uno de los lanzadores más sobresalientes del extinto elenco de Metropolitanos y, a partir del año 1987, se vistió con la camiseta azul de los Industriales, la que defendió en sus tres últimas campañas como jugador activo.
Durante sus 14 temporadas sobre los diamantes cubanos, formó parte de la selección cubana que participó en el Campeonato Mundial de Japón en 1980 y en la Copa Intercontinental de Edmonton en 1981.
En total consiguió 129 victorias y 1 344 ponches. Además, compiló un excelente promedio de carreras limpias de 2.83, durante una época marcada por la utilización del bate de aluminio.
Llegue a sus familiares y amigos las condolencias por tan sensible pérdida.
Estado de los equipos |
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---|---|---|---|---|---|
JJ | JG | JP | AVE. | Dif. | |
Matanzas |
60 |
38 |
22 |
.633 |
- |
Pinar del Río |
60 |
36 |
24 |
.600 |
2,0 |
Villa Clara |
60 |
36 |
24 |
.600 |
2,0 |
Holguín |
60 |
34 |
26 |
.567 |
4,0 |
Industriales |
60 |
33 |
27 |
.550 |
5,0 |
Artemisa |
60 |
32 |
28 |
.533 |
6,0 |
Isla de la Juventud |
60 |
32 |
28 |
.533 |
6,0 |
Santiago de Cuba |
60 |
28 |
32 |
.467 |
10,0 |
Estadísticas: Federación Cubana de Béisbol |